La temporada invernal trajo consigo un fenómeno que se repite cada año en la zona central: el aumento sostenido de material particulado en el aire. Según explica Zoë Fleming, investigadora del Centro C+ de Ingeniería de la Universidad del Desarrollo (UDD), desde mayo los niveles de PM2.5 y PM10 han ido en ascenso debido a la combinación de emisiones urbanas y condiciones meteorológicas adversas.
“Ya estamos viendo niveles de alerta. No es emergencia todavía, pero preocupa porque después de un verano limpio, este primer golpe de contaminación siempre genera alarma. Las condiciones de alta presión, con poco viento y escasa ventilación, hacen que los contaminantes queden atrapados sobre el valle de Santiago”, advierte Fleming.
Durante los últimos días, la estabilidad atmosférica y las grandes diferencias de temperatura entre la mañana y la tarde han creado una “capa de mezcla” que actúa como una tapa invisible, impidiendo que los contaminantes escapen. Esto se traduce en altos niveles de esmog, especialmente en la zona centro y poniente de la capital.
Aunque sectores como Las Condes, más cercanos a la precordillera, pueden quedar parcialmente fuera de esta nube de contaminación, los datos muestran que la calidad del aire se encuentra muy cerca de los límites diarios permitidos por la norma chilena, que son significativamente más laxos que los recomendados por la OMS.
“Las normas chilenas permiten hasta tres veces más concentración de material particulado que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Eso significa que, aunque no estemos en emergencia, sí estamos respirando aire dañino”, subraya la especialista.
Además del tránsito vehicular y algunas fuentes domiciliarias de calefacción, la principal causa del problema es la falta de ventilación, más que un aumento puntual de emisiones. “Cuando no hay viento ni lluvia, los contaminantes se acumulan. Cada día sin cambios meteorológicos agrava la situación”, explica Fleming.
En cifras, algunos sectores han registrado niveles horarios de PM10 cercanos a 200 microgramos por metro cúbico, superando ampliamente el estándar diario de 130 µg/m³. Aunque no son los peores registros históricos, sí representan un riesgo para la salud, especialmente para personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares.
Mientras no lleguen lluvias o se produzca un cambio en la circulación del aire, se espera que estos episodios continúen durante las próximas semanas. “Lo preocupante es que esto se repite cada invierno, y ya deberíamos estar avanzando en medidas estructurales. No podemos normalizar vivir con niveles de contaminación tan altos”, concluye Zoë Fleming.