Renovables sí, pero ¿quién paga la cuenta?

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Por Ignacio Mackenna, Gerente general de AbastibleTec

El Gobierno ha anunciado una ley corta para acelerar proyectos que contribuyan a la descarbonización. La medida busca destrabar inversiones renovables y responde a la urgencia de avanzar más rápido en nuestra transición energética.

Chile, con su abundancia de fuentes renovables, ha avanzado en incorporar energías limpias a su matriz (el 2024 las energías renovables representaron el 40% de nuestra matriz). Sin embargo, resulta paradójico que en el país tengamos uno de los costos eléctricos más altos de América Latina y muy por sobre el promedio de los países de la OCDE.

Debemos aprender de las lecciones recientes. Un despliegue acelerado de energías renovables que apunte a la descarbonización debe ir acompañado de una mirada integral que asegure, también, una reducción en los costos de electricidad para personas y empresas.

¿Cómo puede ser que generar más energía limpia encarezca los costos de electricidad? Es simple: las energías renovables, al ser variables e intermitentes, requieren una arquitectura más flexible, con respaldo, almacenamiento y redes inteligentes. Sin esa infraestructura, terminamos sobre instalando capacidad, saturando líneas de transmisión, vertiendo energía útil y elevando los costos marginales que finalmente pagan todos los consumidores.

Además de reforzar la transmisión y fomentar proyectos de almacenamiento que permitan aprovechar la energía solar en horarios de baja demanda, debemos agregar una capa de inteligencia energética.

¿Qué implica esto? Usar inteligencia artificial para anticipar curvas de demanda; evitar inversiones innecesarias y optimizar el despacho de energía; implementar tarifas dinámicas que incentiven el consumo en horarios de mayor generación renovable, alineando señales de precio con sostenibilidad; desplegar plataformas de gestión de demanda, que permitan a la industria y el comercio adaptar su consumo en función de la disponibilidad real del sistema; invertir en infraestructura digital para el monitoreo en tiempo real, la automatización y la operación eficiente del sistema completo; democratizar el autoconsumo inteligente, para que hogares y Pymes participen activamente de los beneficios de la transición.

En otras palabras, esta ley corta —y toda política de fomento a las energías renovables— debe incorporar explícitamente la inteligencia energética como pilar estratégico. La descarbonización no puede hacerse a costa de las personas ni de la competitividad del país. No basta con más energía limpia: necesitamos energía limpia e inteligente.

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