Empresas podrían reducir hasta un 70% de emisiones de carbono hacia el año 2050 según nuevo estudio de Accenture y WEF

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Así lo determina un nuevo estudio de Accenture y el World Economic Forum (WEF), según el cual, este objetivo se podría alcanzar con las políticas, infraestructura y tecnologías adecuadas.

En el caso de que las empresas a nivel mundial avanzaran hoy hacia las políticas, infraestructura y tecnologías adecuadas, podrían reducir sus emisiones de CO2 hasta en un 70%. Así lo concluye el estudio de Accenture y el World Economic Forum (WEF), el Índice de Transición Energética (IET). El informe ha evaluado el avance de la transición energética de los países durante una década, observando 3 dimensiones diferentes, el desarrollo y crecimiento económico; la seguridad y acceso a la energía; y la sostenibilidad ambiental, junto con evaluar el entorno que permite la transición.

El reporte señala que el contexto actual plantea limitaciones simultáneas en las 3 diferentes dimensiones evaluadas. Una serie de hechos ocurridos en los últimos tres años, tales como la pandemia y la guerra en Ucrania, han tenido repercusiones en el sistema energético, evidenciando los retos que supone perseguir objetivos a largo plazo, al mismo tiempo que se responde a los de corto plazo.

Un examen de los países con mejores resultados en materia de seguridad energética en las últimas ediciones de la ETI, revela los beneficios de la doble diversificación: la diversificación de la mezcla energética y de las importaciones de combustible.

Mariana De Pablo, Directora Ejecutiva de Accenture Chile, resaltó que “necesitamos que tanto los gobiernos como las empresas y los consumidores, refuercen sus esfuerzos para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Los gobiernos pueden invertir en sistemas energéticos nacionales descarbonizados que garanticen una energía asequible y fiable, y las empresas tienen la oportunidad de adoptar tecnologías bajas en carbono y procesos energéticamente eficientes”.

El informe sugiere 7 puntos por considerar para la transición energética. El primero es impulsar una transición energética resiliente, que tenga un enfoque en equilibrio con las 3 dimensiones energéticas, es decir, la sostenibilidad, la seguridad y el acceso a la energía. Mariana De Pablo detalló que “sucesos como la pandemia, la guerra en Ucrania y el repunte económico, han perturbado fuertemente los mercados energéticos, afectando a personas, empresas y economías mundiales. Hechos que han demostrado que la transición energética no está exenta de los impactos de grandes acontecimientos medioambientales, económicos y geopolíticos. Es por esto, que es necesario tener en cuenta estas 3 dimensiones para lograr establecer una transición energética resistente y capaz de lograr los objetivos climáticos a largo plazo, independientemente de los posibles desafíos que haya en un futuro”.

En segundo punto es el acceso a la energía tanto para los hogares como para las empresas. Los desequilibrios temporales entre oferta y demanda tienen consecuencias para los hogares y las empresas, no solo en los precios de la energía, sino también en el costo de la vida y productos básicos. Como respuesta a estas preocupaciones se deben basar en un marco sólido de transparencia de datos, definir los mecanismos para identificar eficazmente a los consumidores vulnerables, y diseñar medidas de apoyo para no reducir los incentivos del consumo eficiente.

El siguiente punto por considerar es que, los países pueden diversificar sus socios importadores de combustible a corto plazo y su combinación energética a largo plazo y así lograr reforzar la seguridad energética. Mariana De Pablo destacó que “las fuentes renovables están maduras y disponibles para un despliegue acelerado, lo que permite a los países construir sistemas energéticos más diversificados, fiables y sostenibles. Otras soluciones de bajas emisiones, como el hidrógeno limpio y la energía nuclear en aquellos países que aceptan estos programas, pueden aparecer como vías para aumentar la independencia energética”.

El cuarto punto se refiere a las energías limpias y los hábitos de consumo. Si bien las instalaciones de energía renovable marcaron un récord el año 2021 con 290 gigavatios (GW) de nueva capacidad eólica y solar sumada en todo el mundo, esta cifra está muy por debajo a los 960 GW anuales necesarios para el año 2030 para lograr el objetivo de cero emisiones para el 2050. Actualmente con las incertidumbres de las perspectivas del suministro energético mundial y los riesgos de que los combustibles fósiles aumenten sus precios, los países pueden aprovechar esta oportunidad para reforzar sus compromisos con las inversiones en energías limpias.

Esto nos lleva al quinto punto, el cual señala que en un futuro la “demanda limpia” podría ser un punto de inflexión para acelerar una “oferta limpia”. Está previsto que para el año 2050 habrá un aumento significativo de la demanda mundial de productos industriales, por lo que es fundamental la descarbonización de las industrias para lograr la transición energética mundial.

El siguiente punto son las colaboraciones multisectoriales conun claro enfoque en la reducción de emisiones y nuevas áreas de acción conjunta. Han surgido tres asociaciones arquetípicas: la primera es la colaboración entre clientes y proveedores, la segunda habla sobre la cooperación entre la industria y sus homólogos interindustriales y por último la colaboración entre el ecosistema más amplio de partes interesadas, como los gobiernos, responsables políticos, financieros, investigadores y organizaciones no gubernamentales.

Por último, es esencial una transición energética sólida, creando los habilitadores necesarios en caso de que el contexto económico, o de seguridad energética deterioren. Marina De Pablo explicó que “para esto se deben anclar los compromisos climáticos en marcos jurídicamente vinculantes que puedan soportar los ciclos políticos y hacer cumplir la aplicación a largo plazo de los objetivos nacionales de transición. Además, se deben incentivar las inversiones para proyectos de transición. Finalmente, es necesario concientizar a las personas sobre el uso eficiente de la energía”.

Mariana De Pablo concluyó que “la actual crisis energética representa una buena oportunidad para aumentar la velocidad de la transición. Sólo con el trabajo conjunto de todos será posible alcanzar este importante objetivo”.

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