Por Diego Luna Quevedo, representante en Chile de Fundación Futuro Latinoamericano y miembro del Comité Ejecutivo de la iniciativa Escenarios Hídricos 2030.
Hoy es el Día Mundial del Agua y el tema de este año es “No dejar a nadie atrás”. Se trata de una adaptación de la promesa central de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Una de las metas del Objetivo 6 de Desarrollo Sostenible consiste en garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos de aquí a 2030 y por definición, eso significa no dejar a nadie atrás. Con ese marco y desde la dimensión del agua como derecho humano, resulta inaceptable que en Chile el acceso al agua para algunos signifique la falta de agua para otros.
Según el último Informe Especial sobre el Calentamiento Global de 1,5 grados del IPCC, los efectos del cambio climático serán peores de lo previsto y experimentaremos graves problemas antes de lo esperado a medida que las emisiones aumentan. Chile no será la excepción. De acuerdo a los análisis de la “Radiografía del Agua: Brecha y Riesgo Hídrico en Chile” publicada por Escenarios Hídricos 2030, las reservas de agua dulce en las cuencas tienen una tendencia a la baja. La creciente escasez en la zona norte y centro del país, causada por sobre explotación, la reducción de precipitaciones y aumento de la temperatura, están comenzando a prender luces de alarma.
Es por eso que nuestro país necesita pasar del discurso y las declaraciones de buenas intenciones, a la acción urgente. La realidad nos viene alertando de que el modelo de gestión “está haciendo agua” y que la discusión debe ir más allá de la lógica de derechos consuntivos o no consuntivos. Lo conflictos socioambientales por el acceso y uso del agua en los territorios se multiplican a lo largo y ancho de Chile y en la medida de que no tomemos medidas oportunas para responder, los escenarios en las cuenca podrían llegar a niveles de brecha y riesgo hídrico con consecuencias insospechadas.
Chile no cuenta hasta el momento con una política pública hídrica de largo plazo, construida de manera colectiva, a través de un proceso de diálogo y en base a acuerdos mínimos entre los actores clave e interesados directos en el agua. La evidencia nos muestra que, una política pública construida entre cuatro paredes, está condenada al fracaso.
El proceso de construcción participativa de la Política Energética 2050 de Chile y los consensos alcanzados para su implementación, nos muestra un caso de éxito sobre planificar y actuar. Una política pública que trasciende gobiernos y coaliciones políticas y se convierte en política de Estado. Es por eso que en el Día Mundial del Agua y para “no dejar a nadie atrás” es necesario relevar la urgencia de una política hídrica para Chile que cuente con la necesaria validación social, política y técnica. Solo así se podrá afrontar el riesgo hídrico y habilitar el desarrollo de una economía circular, donde se desacopla el crecimiento del uso del recurso y se integra el agua en la ecuación de desarrollo.