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Óscar Mercado Muñoz, Director Programa de Sustentabilidad UTEM

La oferta de parcelas en zonas rurales o protegidas, para satisfacer una demanda creciente por una vida alejada de los centros urbanos, se ha transformado en un problema en muchas zonas del país, teniendo básicamente dos vertientes: la ocupación de suelos rurales no protegidos y de áreas protegidas. Ambas, sobre todo las segundas, son particularmente preocupantes por sus efectos ambientales.

La parcelación del bosque nativo es de una gravedad extrema. Hoy en día, el propietario de un bosque nativo presenta un plan de manejo ante CONAF y puede hacer caminos y obras secundarias para vender parcelas de agrado en ese bosque nativo. El Plan de Manejo, de acuerdo a CONAF, “debe ser formulado bajo el concepto de Manejo Forestal Sustentable, como resultado de la gestión de los recursos existentes en los bosques y terrenos forestales, de una manera y a una intensidad tal que, además de alcanzar los objetivos del interesado/a, permita mantener su diversidad biológica, su productividad, su capacidad de regeneración y su vitalidad, protegiendo el suelo, el agua y los humedales…”.

Sin duda, nada de esto se logra al aprobar la parcelación habitacional de un bosque nativo. Un bosque nativo es una unidad ecológica, todos sus componentes físicos y bioquímicos están íntimamente relacionados y conforman un ecosistema que funciona y se mantiene gracias a miles de interrelaciones. Los ciclos de agua, de carbono, de nutrientes, son parte integral de su esencia. Una parcelación, al hacer caminos de acceso, por ejemplo, corta flujos de agua, circuitos biológicos, tránsito, etc. Adicionalmente, cada propietario puede cortar hasta un 20% de los árboles de su parcela, pero puede arrancar todos los matorrales y vegetación que conforma el sotobosque. La parcelación termina con la unidad ecológica, atenta contra la biodiversidad del bosque, su capacidad de regeneración y su vitalidad y, por ende, como sociedad perdemos los servicios ecosistémicos que entrega. Un bosque nativo parcelado pierde las características de tal.

Un cálculo simple nos indica que, si en una parcelación cada propietario puede cortar el 20% de los árboles, ya se pierde en su totalidad ese 20%, pero si sumamos caminos y obras de infraestructura, claramente se pierde más del 20% de los árboles del bosque y, reitero, lo más importante, su integridad como tal.

Perder los bosques nativos para satisfacer la codicia de algunos, la ambición y/o desconocimiento de otros, no parece una práctica sana en los tiempos de emergencia que vivimos. Ya hemos perdido gran parte del bosque nativo original del país y seguir haciéndolo, usando subterfugios legales y complicidad de la autoridad, no habla bien de este Chile del siglo XXI.

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