Hacia entornos sensibles al agua

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Matías Honour, Director de Proyectos de Fundación Mi Parque

En medio de un año en que el mundo entero ha centrado su atención en la salud de la población y una de las principales medidas de cuidado ha sido el lavado frecuente de manos, no podemos dejar de pensar en uno de los recursos naturales más básicos de nuestra existencia: el agua. Esencial para el ciclo de la vida, pero también cada vez más escaso. Hoy es fundamental avanzar hacia entornos sensibles al agua.

El 44% de las causas de los problemas hídricos en nuestro país, se relacionan con una deficiente gestión de este recurso, de acuerdo a información levantada por Fundación Chile. Por lo tanto, en el contexto del Día Mundial del Agua 2021, las reflexiones debiesen ir en la línea de acciones que nos ayuden a revertir esa cifra.

La reutilización del agua, a través de la de Ley de Aguas Grises -promulgada en 2018 pero a la espera del reglamento que permita su vigencia- es un ejemplo concreto de decisiones que pueden hacer la diferencia. Así también el diseño de espacios públicos -tanto urbanos como rurales- más acordes a la realidad climática y con menos requerimiento hídrico. 

Si bien desde 2018 existe la ley que regula la recolección, reutilización y disposición de aguas grises, a la fecha su implementación ha sido compleja y se vuelve urgente. Tenemos una gran oportunidad para el aprovechamiento de aguas grises, donde se estima que en el contexto domiciliario un 70% de las aguas que se usan pueden ser reutilizadas, lo que podría aportar enormemente a la mantención de áreas verdes urbanas y rurales.

La mantención de estos espacios está estrechamente relacionada con la labor de quienes los diseñamos, y nos obliga a velar siempre por un diseño que sea territorialmente pertinente a dichos entornos. El diseño de nuestros paisajes deben apuntar a criterios de sustentabilidad pasivos, con una selección de especies vegetales acorde al contexto climático y territorial, y a la disponibilidad real de agua; también debemos reducir y hacer más eficiente las superficies de pasto -intentando no superar un 12-15%-; aprovechar las sombras y generar superficies continuas; mejorar los sistemas de riego; e incentivar el uso de pavimentos drenantes que permitan la infiltración de aguas.

Casos como la ciudad de Portland o los planes que existen para Ciudad de México, donde el diseño urbano se ha centrado en construir “ciudades sensibles al agua”, son grandes ejemplos de cómo esto se puede llevar a cabo. En Chile también podemos encontrar iniciativas puntuales en esta línea. La municipalidad de Providencia ya ha realizado ensayos en bandejones de la comuna incorporando conceptos de paisajismo ecosistémico, mejorando sustratos y diversificando la paleta vegetal por especies de menor requerimiento hídrico y menos esfuerzo de mantención. O como el reciente proyecto lanzado por la municipalidad de Renca y la ONU, que incorpora en el eje Balmaceda de la comuna, diversos espacios públicos planificados desde un enfoque de resiliencia hídrica, aprovechando la “cosecha de aguas lluvias” que ahora se pierden en los alcantarillados y generando además espacios de encuentro asociados a estos.

Es fundamental avanzar hacia entornos sensibles al agua que velen por el cuidado de nuestros escasos recursos hídricos: utilizarlos en el riego y en la mantención consciente y eficiente de las áreas verdes también es una contribución al cambio climático.

Las áreas verdes regulan las temperaturas de las ciudades, permiten un mayor drenaje, infiltración y conducción de aguas, además de los múltiples beneficios socio-culturales que entregan fundamentales para la vida en zonas urbanas y rurales. Por lo tanto, un correcto y consciente diseño paisajístico, tanto en contextos públicos como domiciliarios, nos pueden ayudar a revertir ese 44% de gestión deficiente.

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