La supervivencia de la humanidad ya no es solo un tema de salud: es política y económica

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Por Dra. Jacqueline Sepúlveda C, Profesora Titular, Universidad de Concepción

La supervivencia de nuestra especie ya no se juega solo en hospitales o laboratorios farmacéuticos. Se juega en la política pública, en las decisiones empresariales y en la forma en que entendemos el desarrollo. La crisis ecológica, la pérdida de biodiversidad y la presión demográfica exigen que repensemos profundamente nuestros modelos de producción, consumo y convivencia. Y que lleguemos a un acuerdo político, que considere incentivos para que esta transición sea finalmente exitosa .

Según proyecciones de la ONU, en cinco años más seremos más de 8.500 millones de personas y superaremos los 10 mil millones a fines de siglo. Pero no solo creceremos: también envejecemos. En 2050, la cantidad de personas mayores de 65 años será el doble que la de niños menores de cinco y casi equivalente al número de niños menores de 12 años. Eso cambia las reglas del juego en salud, pensiones, y sobre todo, en sostenibilidad, porque la supervivencia actual y futura de la humanidad depende de los recursos y servicios ecosistémicos que el planeta pueda conservar y generar.

Y eso es importante tener en cuenta, pues hoy estamos usando los recursos del planeta como si tuviéramos 1,7 planetas a disposición. El Global Footprint Network calculó que en 2024 el Día del Sobregiro de la Tierra fue el 1 de agosto. Chile, en particular, alcanzó su sobregiro el 15 de mayo, un artero récord que nos “coronó” como los primeros en América Latina en gastar más de lo que tenemos.

Chile hoy es un país emergente, que “sueña” convertirse en un país desarrollado, pero como enfrenta un crecimiento tendencial bajo, recién en 50 años podría lograrlo. La pregunta es si queremos persistir en un sueño, basado en  el nivel PIB per cápita o impulsar un desarrollo sostenible, que no tan solo beneficie a quienes formamos parte de las presentes generaciones, sino también para los habitantes de las futuras generaciones.

Este modelo no da para más. No solo desde el punto de vista ecológico, también económico. El Foro Económico Mundial advirtió en su Global Risks Report 2024 que los cinco principales riesgos para los próximos diez años están relacionados con el clima, la pérdida de biodiversidad y los desastres socionaturales . Y el Banco Mundial estima que los desastres ambientales ya provocan pérdidas equivalentes al 2-4% del PIB anual en países de ingreso medio .

Aunque Chile ha avanzado con iniciativas clave como la Ley Marco de Cambio Climático, la adhesión al Acuerdo de Escazú, la creación del Observatorio del Cambio Climático, el plan de descarbonización, la Estrategia Nacional de Electromovilidad o el Plan de Hidrógeno Verde 2023-2030, estas políticas aún se presentan de forma fragmentada. Falta una narrativa común que articule estos esfuerzos bajo una visión holística, que reconozca la interdependencia profunda entre la salud humana, la sanidad animal y la de los ecosistemas. Esa es precisamente la propuesta de One Health, un enfoque con raíces en Hipócrates pero con proyección estratégica para el siglo XXI. Para que este paradigma se traduzca en transformación real, es clave que el mundo productivo, las comunidades y los territorios comprendan esta interconexión, restablezcan confianzas y avancen hacia una colaboración multisectorial con visión de futuro.

La mirada One Health ofrece un marco para esta transformación. No es solo un concepto académico: es una estrategia de sostenibilidad con impactos directos en gobernanza, competitividad y productividad.

Hoy, la Universidad de Concepción ha dado un paso pionero al incorporar One Health como asignatura transversal en toda su oferta académica. Todos los estudiantes, sin importar su carrera, podrán optar por una formación sobre el impacto sistémico de las decisiones humanas. Esto no solo mejora la formación profesional: anticipa una nueva forma de hacer empresa, ciencia y política.

Las empresas chilenas que entiendan esto a tiempo podrán evitar conflictos regulatorios, mejorar sus métricas ESG, y generar valor sostenible. En cambio, aquellas que no lo hagan, enfrentarán crecientes exigencias sociales, legales y reputacionales. Un ejemplo claro: en Europa, desde 2024 rige la Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), que exigirá a más de 50.000 empresas reportar indicadores sociales y ambientales integrados . Esa ola llegará pronto a América Latina.

Finalmente, si Chile quiere dejar de “soñar” con el desarrollo y empezar a construirlo, necesita un nuevo pacto: uno que no solo mida el éxito en PIB per cápita, sino también en bienestar ecosistémico y resiliencia territorial. Necesitamos políticas públicas, alianzas productivas y una academia alineada con los desafíos reales del país. One Health no es una moda ni una utopía académica. Es una hoja de ruta estratégica para el desarrollo sostenible. Porque ya no se trata solo de cuidar la salud humana. Se trata de cuidar el modelo de desarrollo, el sistema político y la estabilidad del planeta. La supervivencia de la humanidad ya no es solo médica: es política y económica. Y requiere acuerdos que incluyan al Estado, a las empresas y a las universidades

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