Cinco maneras de identificar una estrategia genuina de “cero neto” versus un “greenwashing”

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En muchas ocasiones se levanta un manto de duda cuando una compañía da a conocer objetivos de este tipo, sobre todo si son demasiado ambiciosos. ¿Será “greenwashing”? suele escucharse con frecuencia. Para no caer bajo este escrutinio, las organizaciones deben seguir ciertos lineamientos que demostrarán que se trata de un trabajo serio, a conciencia y que se proyecta en el largo plazo.

Cero neto es el concepto de moda en el mundo de la sostenibilidad en este momento. De hecho, el primer objetivo de la reciente COP26 fue “asegurar el cero neto global para mediados de siglo”. Como meta, parece en principio bastante simple, pero en realidad se necesitarán acciones, colaboración y cambios sociales profundos para lograrlo.

“Las empresas están en la primera línea de esta lucha, con stakeholders de todos los sectores demandando acción. La reacción a esta presión ha sido el desarrollo de una serie de objetivos cero neto, que varían drásticamente en alcance, ambición, plazos y detalles”, comenta German Sáenz, director para Chile de Corporate Citizenship.

“Esto ha llevado a un escrutinio significativo por parte de los medios, el público y los inversionistas. Han surgido muchas dudas sobre si estos objetivos son, por una parte, suficientemente ambiciosos, y si por otra, serán acompañados o no, de una acción de transición climática real y efectiva”, agrega el ejecutivo.

Es así como, la pregunta sigue siendo, ¿cómo pueden las empresas demostrar ambición sin caer en un lavado de imagen o “greenwashing”? Para responder a esta interrogante Corporate Citizenship, consultora experta en adopción de criterios ESG por parte de privados, elaboró una breve guía para detectar esta práctica y diferenciar a aquellos que sí están haciendo el trabajo:

1. ¿La empresa se hace cargo de todos los impactos negativos?

Las empresas deben medir e incluir en su objetivo cero neto todas las emisiones de “Alcance 3”, que son aquellas indirectas que se producen por la actividad de una compañía, pero que son de propiedad y control de un emisor externo. Por ejemplo, los proveedores de una cadena de valor.

Muchas compañías han establecido objetivos de “cero neto operativo”, centrándose sólo en la reducción de las emisiones de “Alcance 1”, que corresponden a las emisiones directas por quema de combustibles; y las de “Alcance 2”, que son de tipo indirecto, pero generadas por la electricidad consumida y comprada. En muchos casos, apoyándose en la compra de créditos de carbono.

Sin embargo, cero neto se trata de un cambio global y sistemático; si no se incluyen los impactos de la cadena de valor en los objetivos de una empresa – es decir los de “Alcance 3”-, se cuestionará la validez de cualquier avance en el camino hacia las cero emisiones. Esto es especialmente relevante, debido a que las emisiones de Alcance 3 a menudo constituyen más del 80% de las emisiones totales de las grandes empresas, por lo que no tomarlas en consideración implicaría no hacerse cargo de una serie de impactos negativos.

2. ¿La empresa establece objetivos de corto plazo?

Apuntar a reducciones significativas de emisiones en los próximos cinco a diez años es el tipo de metas que deben fijarse las compañías para no levantar sospechas de “greenwashing”.

Por el contrario, si los objetivos de cero emisiones netas sólo estipulan ser cumplidos en largo plazo, como por ejemplo, con miras al año 2050, parecen muy distantes y los stakeholders asumen inmediatamente que las empresas con metas de tan larga data simplemente están pateando el problema hacia el futuro para nunca lidiar con él.

Para mostrar ambición, inmediatez y alinearse con la ciencia climática, las compañías deben establecer objetivos de reducción de emisiones en plazos menores, por ejemplo al 2030.

3. ¿La empresa publica una estrategia de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero a largo plazo?

Si bien en el punto anterior comentamos que son importantes las metas de corto plazo, esto debe ser complementado con la publicación de una estrategia perdurable en el tiempo por parte de las empresas, tendiente a reducir la mayoría de sus emisiones en el corto, mediano y largo plazo.

No basta con establecer objetivos, sino transparentar cómo se lograrán. Es cada vez más frecuente que las partes interesadas, incluidos los gobiernos a través de la regulación, quieran saber el camino que se trazará para alcanzar este horizonte.

Los cambios necesarios son grandes y complejos, y transformarán la forma en que operan las empresas. Establecer un objetivo, sin desarrollar una estrategia clara para lograrlo, es una receta para el fracaso.

4. ¿La empresa desarrolla una estrategia de emisiones residuales?

La velocidad que requerimos para transitar a una economía cero neto, significa que, inevitablemente, necesitaremos utilizar tecnologías de eliminación y almacenamiento de gases de efecto invernadero para contrarrestar las emisiones más difíciles o imposibles de reducir, es decir, aquellas de carácter residual y que usualmente se compensan mediante los créditos de carbono.

Sin embargo, las empresas que dependen de las compensaciones de reducción están recibiendo cada vez más críticas por “pagar por el problema” y no emprender acciones reales para hacerse cargo y solucionarlo.

Debido a esto, las compañías deben pensar detenidamente cómo y cuándo utilizar estos mecanismos, priorizando usar las compensaciones de reducción en el corto plazo para acelerar la transición fuera de su cadena de valor, y poniendo el foco en una eliminación de estas emisiones en el futuro, para así alcanzar el objetivo final de cero neto.

5. ¿Las empresas validan sus objetivos?

Las empresas deben asegurarse de que los distintos stakeholders puedan, de un vistazo, tener la certeza de que sus objetivos están alineados con la ciencia climática.

Obtener una validación externa, idealmente a través de los Objetivos Basados en la Ciencia (SBT, por su sigla en inglés), garantizará que estas metas se puedan publicar con confianza. Una de las principales críticas a los objetivos cero neto ha sido la falta de claridad y coherencia dentro y entre las empresas.

El reciente lanzamiento del estándar SBTi Net-Zero en la COP26 significa que finalmente tenemos un marco generado por un organismo respetado como lo es el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el que las empresas pueden alinearse. Esta validación otorgará a las compañías un sello de aprobación que puede disipar los temores sobre la legitimidad en las metas trazadas.

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