Vocación del Chile mestizo: amar su raíz más que al modelo

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Contamos historias que merecen crecer. Pensamos diferente y elegimos creer en las personas, comunidades y organizaciones, las grandes y las que están empezando ahora en la mesa de un café, pero que van a cambiar el mundo.
NESTLÉ
++BETTER
PEFC

Por Ziley Mora Penrose, filósofo, etnógrafo y consultor independiente en proceso humanos.

¡Oh Machi amada, destruye este wekufe del odio violento, más terrible que el coronavirus, esa rabia que se instaló en nuestro piwke nacional. Haz bajar la Luz Azul del Padre, del Füta Chaw,  con tu modesto kultrung, espejo del kultrung del Cielo; sana la arritmia ontológica que sufre el ser, el corazón de este Chile mestizo, y levanta los rewe destrozados que por siglos la soberbia inconsciente pisotea. Somos agua, somos tierra, somos aire, somos Cielo.

¡Qué importan las otras pertenencias no esenciales de que somos mapuche, somos wingka. Lo importante es que “SOMOS”. Y somos humanos hijos de la madre Tierra y del padre Cielo. El día que tu luz azul purifique nuestros ríos, desaparecerá de golpe la locura que quiere dividir esta nación de hermanos. Machi amada, que por tu arte de curandera, nunca dejen de vibrar las membranas también azules de nuestro antiguo corazón, nuestro piwke eterno, que un dia bajó del Gran Río Azul de las estrellas. Mándanos de Arriba, de tu KallfuWenu, la nueva horma de un Chile Superior, esa que dejaron como huellas los titanes de la Cordillera que ya se fueron. O al menos, mándanos una señal de ese oculto país donde la alegría de los humildes y limpios de corazón es eterna. Pero no te demores…”

Esta fue mi oración para el Año Nuevo o wiñol tripantu, el pasado 21 de junio. Y frente a la foto de mi amada amiga la machi Panchita de Quepe, que desde EL País Azul de Arriba nos acompaña, desde hace semanas la recito todos los días. Se trata de mirar Chile desde otro lugar distinto a nuestros prejuicios. Como huacho de origen, desde los primeros chicuelos que en el siglo XVI salían a jugar el awarkuden (juego delas habas) en los  tierrales de la Plaza de Armas de Santiago, al pueblo chileno se le negado su condición, su identidad mestiza. Y con ello se le ha desfondado culturalmente. Vivimos una hora nacional en que urge superar el pensamiento que invisibiliza al otro. Así, con la misma matriz que nos ha llevado al abismo, no se puede crear una nueva patria, por más nueva Constitución que se escriba.

Ridículo saltar y afirmar ser algo negando. Negar que eres mapuche no invisibiliza que los chilenos hayamos sido sometidos por siglos. Porque el pueblo mestizo de Chile (el 92 %) en los 210 años de república, se le ha colonizado y se le ha negado su identidad: así se le tiene desconectado de su esencia, y por ende, así más manipulable. Con respecto a las causa de la violencia en el Wallmapu, hay una ceguera transversal en la clase política. Por el inmovilismo secular del Estado, pareciera que le conviniera la falsa polarización entre mapuche y chileno, desconociendo y violentando la genética del pueblo chileno; su profundo ADN mestizo. Porque todos somos mapuche y europeo al mismo tiempo: un asunto elemental, que mañosamente las elites gobernantes no han querido ni quieren hacerse cargo. En el siglo XIX ellas crearon el arquetipo de “el roto” para que la masa del pueblo no se aceptara mestizo y así olvidara su raíz mapuche; es decir, su raíz telúrica nativa.

Por eso, no podemos aceptar más la tesis de un enemigo interno, porque así el legislador y el gobernante elude el trabajo pendiente desde O’Higgins : la reconciliación profunda con el ancestro chileno negado. Todos tenemos el derecho de sentirnos mapuche: 1. Nos autoriza la sangre. 2. Nos autoriza los nombres del lugar donde nacimos (lengua que permanece, a pesar de que se nos haya impuesto otra).3. Nos autoriza el ecosistema desde donde nutrimos el cuerpo. 4. Nos autoriza el paisaje desde y con el cual nutrimos nuestra alma. Así como Chile pertenece al Occidente latino, también, con el mismo derecho y legitimidad pertenece al wallmapu andino.

Percibimos que antes que todos empiecen a hacer justicia por su propia mano y de las vendettas de sangre, el Congreso debe obligar a una negociación política fraterna. En ese sentido, y tal como ocurrió con el 10% de las AFP, el parlamento debe sacar adelante la plurinacionalidad en la Constitución. Comparto absolutamente la visión del ex diputado y vicepresidente de la Comisión Descentralizadora, Estaban Valenzuela: “Los carabineros que al alba rodean la municipalidad de Tirúa son tan víctimas de la inacción central como el alcalde Millabur y el jesuita Bresciani, que solidarizaban con las comunidades desesperadas por sus presos y el hambre. Conozco de cerca un alto carabinero de fuerzas especiales casado con una mapuche. Él solo quiere atrapar delincuentes y cuidar a débiles, y nunca más, nunca más, reprimir rabias legítimas de pueblos/naciones decentes. Es la hora de la negociación fraterna con el otro en conflicto, devolver poder y emanciparse mutuamente.”

Porque frente a la elite, los chilenos nos vemos como mapuche. En la medida de que el pueblo experimenta un despojamiento producto de la asonada neoliberal de los últimos 50 años, eso posiciona al pueblo mestizo de Chile en el lugar del indígena y se homologa y se espejea en su lucha. Bien lo dice el académico de la U. de Chile Rodrigo Karmy Bolton: “El pueblo de Chile se ve a sí mismo, a partir de esa bandera mapuche como un indio, enfrentado nuevamente a los conquistadores españoles…La oligarquía neoliberal que gobierna y que representa al 1% de la población, en el fondo es la cristalización contemporánea de los antiguos conquistadores. En otras palabras, son los verdaderos conquistadores”.

La diferencia no está en nuestro pasado. Y si lo queremos, si apreciamos y ahondamos en la riqueza de la raíz común, para cada día emanciparnos y crecer juntos colaborativamente, honrando y respetando la Madre Tierra , tampoco podría estar en el futuro.

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