El desafío de la sostenibilidad en las instituciones financieras: más allá de las operaciones

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Por María de la Paz Irarrázaval, Country Manager Chile en Manuia

Cada vez se hace más evidente que las instituciones financieras juegan un papel crítico en la sostenibilidad. Algunos aún no han percibido que su mayor impacto social o ambiental no proviene meramente de sus operaciones, sino que también del destino de su dinero. Estas organizaciones tienen la capacidad de influir e, incluso, dirigir la transición hacia una economía más sostenible. 

Aproximadamente un 99% de las emisiones de un banco promedio corresponden a emisiones financiadas, facilitadas o aseguradas, es decir, emisiones generadas por los proyectos o empresas que financian. Algo similar ocurre con el impacto en la naturaleza: las operaciones directas de los bancos tienen una incidencia sustancialmente menor que los impactos que generan las empresas o proyectos que financian. 

El impacto de los riesgos climáticos que se pronostican para la trayectoria de emisiones actual podrían provocar una disminución del PIB global de 18%, según Swiss Re Institute. Además, según el Foro Económico Mundial, más de la mitad del PIB global depende de forma moderada o alta de la naturaleza y sus servicios. 

Entonces, ¿qué pueden hacer las instituciones financieras para abordar estos desafíos y liderar en sostenibilidad?

En primer lugar, las instituciones financieras deben incorporar urgentemente los riesgos climáticos, ambientales y sociales en sus manuales y procedimientos. Para esto, los marcos de referencia que proveen TCFD y TNFD son excelentes herramientas. Ya estamos en un escenario donde la divulgación de riesgos climáticos es o será requerido para algunas empresas, como en Chile y Colombia, y se espera que la divulgación de riesgos, impactos y dependencias relacionadas con la naturaleza sea exigida en la regulación para las grandes empresas e instituciones financieras en el mediano plazo. 

En segundo lugar, es vital que acompañen a sus clientes en la transición hacia sistemas positivos para el clima y la naturaleza. Para esto conviene apoyarse de las metodologías de SBTi y SBTN. Estas iniciativas ofrecen una estructura sólida para establecer objetivos basados en la ciencia, asegurando que las instituciones financieras desempeñen, de la mano de sus clientes, un papel en la limitación del calentamiento global a 1.5 °C y la pérdida de la biodiversidad. Aún existen desafíos por abordar en el caso de algunas industrias, pero quienes usan estas metodologías, al menos están bien encaminados. 

En tercer lugar, es esencial que estas instituciones participen del financiamiento de soluciones alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, el Acuerdo de París sobre el cambio climático y el acuerdo de Kunming-Montreal para la biodiversidad. Es necesario movilizar de 3 a 6 billones de dólares cada año para la transición hacia economías con cero emisiones netas y resistentes al cambio climático en 2050. Otros 700 mil millones anuales se necesitarán al 2050 para detener la pérdida de biodiversidad y degradación de las tierras. El sector público por sí solo no puede financiar la transformación. Las instituciones financieras son fundamentales en la movilización de fondos para una transición justa hacia una economía sostenible y resiliente. 

La buena noticia es que progresivamente más instituciones financieras reconocen su responsabilidad y están tomando medidas para hacer frente a la crisis climática y de naturaleza. Ejemplo de esto es el crecimiento exponencial de miembros en la alianza GFANZ, cuyos miembros están comprometidos con acelerar la transición hacia cero emisiones netas. La alianza ya suma más de 550 organizaciones, que representan alrededor de 153 billones de dólares en activos (alrededor de un 40% de los activos privados globales). Por otro lado, 140 instituciones que representan más de 20 billones de dólares en activos han firmado el Compromiso de Finanzas para la Biodiversidad. Otras 38 se han comprometido a combatir los riesgos de deforestación provocada por productos básicos agrícolas en sus carteras de inversión y préstamos para 2025. 

Las instituciones financieras son protagonistas en la transición hacia una economía global sostenible. Sabemos que el camino puede parecer incierto y está lleno de retos, pero también de oportunidades de innovación, de negocio y de crecimiento. Es buen negocio anticiparnos y enfrentarnos a lo que, de lo contrario, no nos permitirá operar. Debemos hacer que la sostenibilidad sea la estrategia central del negocio. 

La clave de que todo lo anterior ocurra y sea exitoso está en la colaboración. Se requiere de una coordinación intersectorial sin precedentes, empresas líderes que se atrevan a experimentar nuevas metodologías y organizaciones dispuestas a compartir sus logros y aprendizajes. Por eso, podemos y debemos construir una economía que prospere en armonía con nuestro planeta, y ya no hay tiempo que perder.

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