Fondos de inversión verdes y la gran oportunidad para Latinoamérica

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Daniel Vercelli Baladrón, socio y Managing Partner de Manuia, mentor y director de startups

Existen momentos en la vida con una sincronía perfecta que, si somos capaces de detectar, nos pueden traer enormes beneficios. Eso es lo que está ocurriendo actualmente con los fondos de inversión verdes, aquellos con fuerte foco en combatir los efectos de la crisis climática, y el potencial que tiene Latinoamérica para impulsar este modelo económico y generar un impacto ambiental.

Veamos algunas cifras: A fines del año pasado, se registró en todo el mundo la cifra récord de 1.206 fondos de inversión y fondos cotizados en bolsa centrados en el clima, frente a los 950 de finales de 2021, con activos colectivos gestionados de unos US$ 415 mil millones. Incluso este 2023, analistas de Bloomberg Intelligence publicaron un informe donde los ETFs con orientación climática representaron alrededor del 40% de todos los nuevos fondos abiertos durante el primer trimestre.

Por otra parte, el mismo estudio determinó que la inversión en la transición energética aumentó por tercer año consecutivo en diversas áreas del mundo, superando los US$ 1,1 billones en 2022. El caso de Latinoamérica es elocuente: En su más reciente informe titulado “El Potencial de la Integración: Oportunidades en una Economía Global Cambiante”, el Banco Mundial señala que la región tiene un enorme potencial en economía verde, tanto en las áreas tradicionales como en los nuevos ámbitos que surgen en esta industria, gracias a que su matriz eléctrica se basa mayormente en la hidroelectricidad, lo que la hace poseedora de la red eléctricas más verde del mundo.

Se trata de un timing sincrónico perfecto donde confluyen oferta y demanda. La pregunta que cabe hacerse, entonces, es ¿Qué estamos haciendo en Latinoamérica para aprovechar el apetito que existe por este tipo de inversiones?

Lo fundamental es implementar medidas concretas para aprovechar sus beneficios. Un buen ejemplo de esto es la creación de marcos regulatorios que faciliten la inversión extranjera, incluyendo reglas claras, incentivos, certezas, ‘permisología’ simplificada, etc. Otro factor tiene que ver con normativas que aseguren la contribución positiva de esas inversiones al medioambiente, que trasladen los compromisos, leyes marco y estrategias nacionales acordes a los objetivos climáticos. La oportunidad está en tomar definiciones rápidas, eficientes y productivas, de manera de aprovechar el impulso de los inversionistas y el mundo de las finanzas para acelerar la ruta de nuestros países hacia una economía más resiliente, sostenible y próspera.

Nuestra región tiene una enorme oportunidad en la generación de energías renovables no convencionales, como la energía geotérmica, eólica, solar, mareomotriz, undimotriz, biomasa y pequeñas centrales hidroeléctricas. Además, Argentina, Bolivia y Chile cuentan con enormes reservas de litio y dominio de la producción de cobre, dos metales claves para las nuevas tecnologías de descarbonización y electrificación. Pero una cosa es saberlo y otra muy distinta, ejecutarlo. Dependerá de cada país activar el conocimiento y recursos necesarios para aprovechar nuestras ventajas comparativas, diversificar la economía y aportar de manera concreta a la protección del planeta y quienes lo habitamos, antes de que el daño sea aún mayor.

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