El camino en ascenso de las bicicletas eléctricas

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NESTLÉ
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Juan Ignacio Guldman, gerente de operaciones de Völmark

El año 2017, y siendo muy visionario, el destacado corresponsal de The Guardian, Peter Walker, lanzaba su libro “Bike Nation: Cómo el ciclismo puede cambiar el mundo”, en el cual repasaba experiencias de varios países y planteaba que, al parecer, había llegado la hora de que los conductores de autos cedieran el paso.

Pocos años después esa hipótesis se ha hecho realidad: el uso de la bicicleta se ha masificado y las alternativas eléctricas han sido parte de esa tendencia. De hecho, de acuerdo a cifras de  la Confederación de la Industria Europea de la Bicicleta (CONEBI), el número de e bikes vendidas creció un 23% entre 2018 y 2019, superando por primera vez los 3 millones de unidades comercializadas en ese continente, y se espera que esa cifra llegue a 6,5 millones en 2025.

Esa proyección se ha vuelto aún más evidente con la pandemia. El Covid-19 ha generado cambios profundos en nuestra forma de vivir y la manera de transportarnos. Todos buscamos realizar nuestros recorridos cotidianos manteniendo distancia social y evitando aglomeraciones de gente. Si al mismo tiempo podemos realizar actividad física sin que esta sea extremadamente intensa y  aportar al cuidado del planeta, tanto mejor.

Esas razones son justamente las que han impulsado el interés por las bicicletas eléctricas y hoy se estima que de acá a 2030 se venderán 130 millones de e bikes en el mundo.  Chile, por cierto, no es ajeno a esa realidad. La industria tildó el 2020 como el año de la bicicleta eléctrica y todos fuimos testigos de cómo las calles se llenaban de ellas, con un número cada vez mayor de personas usándola como su medio habitual de transporte, dejando incluso a varias fábricas en el extranjero sin stock.

En definitiva, lo que solía ser un nicho ya no lo es. Frente a eso, como sociedad enfrentamos un desafío colectivo si queremos potenciar favorablemente estos cambios. Por una parte las empresas debemos participar más activamente en las campañas de educación y acercar esta tecnología a las personas, para que los usuarios la conozcan y no la vean como algo lejano o inalcanzable. Aunque es cada vez menos, no podemos negar que aun existen prejuicios respecto a su dificultad de uso, seguridad y precios elevados. Asimismo, debemos disponer de una oferta amplia y variada, en funcionalidades y precios, y entregar la opción de probar la electromovilidad previo a decidir una compra.

En paralelo, a nivel de políticas públicas el reto no es menor. Distintas autoridades coinciden en que se ha avanzado en la implementación del marco normativo a través de la ley de convivencia vial y sus reglamentos, pero tenemos una deuda importante en infraestructura, que permita aumentar los kilómetros de ciclovías, seguras, continuas, al igual que los estacionamientos gratuitos.

En suma, estamos en un buen momento para seguir fomentando un estilo de vida más saludable, no sólo para nosotros mismos sino también para el medio ambiente. Pero si queremos continuar este camino en ascenso debemos ser conscientes de los desafíos que esto implica para cada una de las partes involucradas y avanzar de manera colaborativa en pro del bienestar de la sociedad.

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