Por Alejandra Cooper, Máster en Comunicación Política y Corporativa, Universidad de Navarra y estancia académica en Communication & Content Creation en Corporate Excellence- Centre for Reputation Leadership, España.
Esta semana, se realiza la cuarta edición consecutiva de la Semana Mundial del Inversionista, organizada por IOSCO (International Organization of Securities Comissions).
A través de esta iniciativa, instituciones financieras a nivel mundial suman esfuerzos para impulsar la importancia de la Educación e Inclusión Financiera y favorecer la inversión y endeudamiento responsable de los consumidores de diversos productos financieros.
En un año tan particular como éste, a raíz de la crisis multidimensional provocada por Covid-19, y que ha impactado a las economías mundiales, se hace especialmente relevante poder seguir avanzando en iniciativas que faciliten la educación de los ciudadanos en temas financieros.
En particular, en Chile, la Educación Financiera registra cifras preocupantes. Según la OCDE, solo un 3% de los estudiantes de enseñanza media posee un alto grado de conocimiento en temas relacionados a productos y servicios financieros. Esta cifra va desde temas cotidianos como usar una tarjeta de crédito o endeudarse, hasta temas más complejos como el funcionamiento del mercado de valores, los distintos productos que existen, el riesgo asociado a estos productos y cómo éstos impactan en la rentabilidad de nuestros fondos previsionales.
Todavía más preocupante: a raíz de la entrega del 10% de los ahorros previsionales, a raíz del contexto de la pandemia, se ha generado un terreno fértil para que estafadores intenten aprovecharse de la liquidez adicional de los cotizantes. Ello, junto a una falta de conocimiento sobre las reales rentabilidades que puede entregar un producto financiero, la diferenciación entre un mercado regulado y las garantías que esto implica para todos los participantes, y la facilidad para caer en manos de estas personas por la falta de campañas que eduquen respecto a la ciberseguridad y los delitos informáticos, crean una condición en la cual las personas están extremadamadamente vulnerables frente a estas estafas.
Se requiere con urgencia que el sector público y privado puedan estrechar lazos para trabajar de manera conjunta en torno a la Educación Financiera y, junto con ello, crear las condiciones para que la inclusión financiera sea no sólo posible, sino segura: urge empoderar a las personas con las herramientas y conocimientos que les permitan insertarse en el ámbito financiero con confianza, transparencia y seguridad.
Esto pasa por generar contratos que sean de comprensión simple para los consumidores, generar campañas con mensajes únicos que eduquen a los inversionistas sobre los riesgos y oportunidades de los mercado y diversos productos y cómo éstos afectan a la rentabilidad de sus fondos previsionales y de cualquier otra inversión que, gracias a la liquidez de los fondos liberados, realicen.
Incorporar la Educación Financiera como parte de las estrategias de negocio del sector financiero es crucial no sólo porque hace robustos los planes de sostenibilidad y responsabilidad corporativa de una empresa. La Educación Financiera es una oportunidad para activar el propósito corporativo de las compañías.
El propósito corporativo es la razón de ser de las empresas: la industria financiera busca aportar al desarrollo económico del país. Eso sólo es posible a partir de una cultura financiera robusta de la ciudadanía. Pero también de los trabajadores, de los accionistas, de los consumidores y de la sociedad. Un trabajador, sin importar el puesto que desempeñe en una compañía, que entienda el aporte que hace la empresa en la que trabaja para la salud financiera de su país, estará más comprometido con su labor. Esto es clave cuando contabilizamos que los trabajadores son los mayores embajadores que tiene una empresa.
Un accionista que entiende completamente los riesgos y oportunidades del mercado, invertirá con mayor confianza, lo que a su vez se traduce en mayor liquidez y dinamismo de los mercados de capitales. Los consumidores, al entender los productos financieros, sus beneficios, sus riesgos mediante una comunicación transparente y sin letra chica, podrá tener una experiencia positiva al momento de contratar los productos de una institución bancaria.
Todo esto incide en la reputación de las instituciones financieras en particular, así como también en el sistema en su conjunto. La reputación corporativa, a diferencia de la marca, se construye a partir de las opiniones y experiencias que tienen cada uno de los stakeholders de una empresa. Un propósito corporativo que incluya los valores de la transparencia, la confianza, la educación y el empoderamiento de la ciudadanía a partir de la comprensión de los diversos instrumentos financieros, generará una diferencia no copiable que se traducirá en comportamientos favorables hacia la institución.
El riesgo reputacional es un riesgo que hay que gestionar, mapear y controlar. Hoy, una compañía financiera que no se ocupa de incorporar estos temas como parte estratégica de la organización, se enfrenta a un posible riesgo reputacional. Según el think tank español Corporate Excellence- Centre for Reputation Leadership, el valor de una compañía puede llegar a representar el 80%, en el valor de sus intangibles clave, como la comunicación, marca, ética y reputación.
Por ello, gestionar la Educación Financiera como un riesgo, e incorporarla en la estrategia como parte del propósito, no sólo le evitará riesgos a nivel reputacional, sino que permitirá de manera transversal construir un colchón de confianza con los consumidores, inversionistas, clientes, cadenas de distribución, reguladores y la sociedad en general.
“La correcta gestión de riesgos y manejo de crisis, pasa por poder levantar de manera proactiva los posibles riesgos a los que se enfrentan las compañías, convirtiendo riesgos en oportunidades. La Educación Financiera es una oportunidad para que las empresas activen un propósito corporativo robusto, con iniciativas de sostenibilidad acordes a sus operaciones, que respondan a valores incorporados por toda la organización y que, desde adentro hacia afuera, se construya una cultura robusta, coherente, alineada que repercuta de manera positiva en la reputación de las compañías y, más relevante, en la cultura y salud financiera de todos los chilenos.”
Están las compañías que hacen greenwashing, es decir, aquellas que de manera forzada realizan actividades de sostenibilidad para poder reportar algo en este ámbito y aquellas que, de manera coherente con lo que son, con lo que hacen, con su propósito y valores, logran generar iniciativas que impactan de manera positiva en las comunidades con las que se vinculan“.
¿Tu compañía, en qué lado de la sostenibilidad se sitúa?