Coronavirus, la excusa perfecta

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Por Daniel Gajardo, Gerente de Consultorías de TriCiclos

En el ir y venir de cuarentenas y el alza constante de los casos de COVID-19, surge la incómoda pregunta de cómo será la “nueva normalidad” que se nos viene.

Ahora bien, con el sentido de perspectiva que gatilla una pandemia pareciera que el camino que veníamos recorriendo no era tan normal después de todo, y que el coronavirus podría servir como una fuerte provocación a cambiar el rumbo. ¿Qué cosas del pasado y del presente dan luces sobre lo que se viene?

En primer lugar, sorprende que esta pandemia fuera predecible, que como especie fuimos en gran parte causantes de esta situación, y que a pesar de las señales, estábamos mal preparados. Probablemente nadie hubiera sido capaz de exactamente decir que la próxima pandemia sería la de COVID-19, y que comenzaría en Wuhan, China a finales de 2019 -aunque algunos sí lo advirtieron-. Sin embargo, la historia humana ha estado llena de pandemias, y tarde o temprano iba a venir otra. El mismo Bill Gates en 2015 advirtió qué probablemente más que preocuparnos de una guerra nuclear, debiésemos preocuparnos de virus con la capacidad de matarnos. Personalmente, desde una visión socio-ambiental, lo que más me llama la atención es que esta enfermedad en particular surge como otra consecuencia más de la relación viciada que tenemos con la naturaleza.

El concepto técnico es zoonosis, una enfermedad o infección que es transmisible de animales a humanos en condiciones naturales. Lamentablemente, tal como mencionó en una reciente entrevista Marcela Uhart – científica del proyecto para la detección de este tipo de enfermedades, PREDICT -, este tipo de enfermedades están apareciendo cada vez más rápido. Esto no es sorpresa considerando que seguimos llevando al límite nuestros sistemas naturales, a veces por ambición constante de expansión, otras veces porque el sistema social no nos deja otra alternativa, como es el caso del consumo de carne de animales salvajes ante la falta de fuente confiable de proteína en África. Hace décadas hemos tomado una postura de que la naturaleza es nuestra para conquistarla, y quizás ahora más evidentemente que nunca, estamos sufriendo las consecuencias de desequilibrar los sistemas que hemos intervenido. Este es el tipo de situaciones que en retrospectiva hacen cada vez más fuerte el argumento de que la “antigua normalidad” no es algo del todo deseable a lo que deberíamos volver.

Ahora bien, estos dolorosos meses de transición nos están dejando fuertes lecciones, de las cuales espero aprendamos para escribir lo que vendrá después. La reconexión y redefinición de lo que es verdaderamente importante. Que pequeñas acciones individuales – como ponerse una mascarilla – pueden tener grandes efectos colectivos. El importante rol de los trabajos que suelen ser invisibilizados y mal compensados. Una de las más profundas es la lección de humildad y respeto ante el resto de los seres con los que compartimos el planeta. Una brusca muestra de que la naturaleza no está para dominarla, y que hay mucho de ella que no entendemos.

Entonces ahora que tenemos que reconstruir empleos, sociedades y vidas enteras, se nos presenta una oportunidad única de replantear cómo lo vamos a hacer. Si algo hay en el vaso medio lleno de esta situación, es que sin duda se nos está presentado la opción de hacerlo desde una nueva postura. Una que reconozca al planeta como un hogar que hay que cuidar, y donde las cosas esenciales que hemos redescubierto estos meses sean las que se roben la película. Si vamos a reactivar la economía, está en nuestras manos hacerlo pensando en el largo plazo, rediseñando una verdadera Economía Circular, con empleos en industrias verdes y ciudades amigables, donde las fotos de ciudades con aire limpio que vimos en tiempos de cuarentena sean la nueva normalidad. Una nueva normalidad donde escuchamos lo que tiene que decir la ciencia, y en la que ante curvas difíciles de aplanar, como la del coronavirus o el cambio climático, actuamos de forma rápida, decidida, y colectiva.

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