Comercio justo en los supermercados: ¿con qué productores establecer relaciones comerciales?

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Marco Coscione, Consultor de sostenibilidad

La primera certificación de comercio justo (Max Havelaar en 1988) se creó básicamente para aumentar las ventas de los pequeños agricultores a través de los canales de comercialización convencionales: los supermercados.

Desde esta experiencia pionera, el abanico de las certificaciones de comercio justo se ha ampliado bastante. Según la “International Guide to Fair Trade Labels” publicada en 2015, podemos identificar las siguientes: Fairtrade International-FLO (creada a partir de las iniciativas Max Havelaar y TransFair); ECOCERT Fair Trade; Fair for Life (IMO); Fair Trade USA (desde que se independizó de Fairtrade International); Naturland Fair; el Símbolo de Pequeños Productores (SPP) y la World Fair Trade Organization (WFTO). Todas aprendieron de la primera y se diferenciaron aunque sea de manera muy limitada.

Sin embargo, cuando hablamos de comercio justo, no siempre estamos hablando de lo mismo. Desde el punto de vista de los principios fundamentales, los principales elementos diferenciadores son: a) no siempre existe un precio mínimo, debajo del cual no se pueden hacer contratos de comercio justo; b) los esquemas productivos certificados son muy distintos.

De manera muy general, y solo para el caso de los productos agrícolas, los esquemas productivos reconocidos por estas certificaciones son los siguientes: a) organizaciones (asociaciones o cooperativas) conformadas por pequeños productores agrícolas, dueños de sus parcelas y medios de producción, o que cultivan una tierra común; b) organizaciones (empresas u ONGs) que comercializan productos producidos por pequeños productores no organizados; c) empresas privadas (plantaciones) que emplean a trabajadores rurales, los cuales obviamente no son dueños ni de la tierra y ni de los medios de producción.

Para el comprador, decidir con qué tipo de proveedores establecer una relación de comercio justo determina el relato interno que se construirá alrededor de la venta de productos certificados y, por tanto, los mensajes de marketing que se comunicarán a los consumidores.

En este sentido, más que preguntarse qué certificación de comercio justo elegir para sus políticas de compra o abastecimiento responsable, los supermercados deberían preguntarse a qué productores quieren comprar y, por ende, con qué tipo de proveedores quieren empezar a construir una relación de sostenibilidad que pueda traducirse también en apoyos concretos al desarrollo de las comunidades y territorios de pertenencia de los productores. Una relación que tenga un enfoque de largo plazo y promueva el desarrollo sostenible en sus múltiples dimensiones.   

La realidad es que, por la variedad de productos agrícolas que un supermercado pueda requerir, se terminará comprando a varios proveedores de diferentes esquemas productivos certificados. En algunos casos, los pequeños productores organizados serán quienes tomarán las decisiones y liderarán los procesos comerciales; en otros, serán empresas privadas las que participarán de la negociación comercial.

Sin embargo, para un retail lo importante es saber comunicar sus relaciones de comercio justo, para que el consumidor final entienda la apuesta general y, al mismo tiempo, sepa diferenciar de qué productor provienen los productos que compra y consume. La transparencia, de hecho, es un principio fundamental del movimiento por un comercio justo, así como la relación directa con los pequeños productores.    

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