El director alterno del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio), Rodrigo Gutiérrez, advierte que la proliferación de cianobacterias es consecuencia de una acumulación prolongada de nutrientes y llama a avanzar en medidas de restauración ecológica y manejo de largo plazo.
La reciente activación del nivel más alto de alerta sanitaria en el lago Vichuquén, en la Región del Maule, volvió a poner en evidencia un problema ambiental que, según la comunidad científica, se viene gestando desde hace años. Para Rodrigo Gutiérrez, director alterno del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio), lo que hoy se observa no es un episodio aislado, sino la expresión visible de un deterioro ambiental acumulativo.
“Lo que estamos viendo es el resultado de una sobrecarga de nutrientes que se ha ido acumulando en el tiempo. Cuando un sistema acuático recibe más nutrientes de los que puede procesar, se genera un desbalance que favorece la proliferación de ciertos microorganismos”, explica el investigador.
En el caso de Vichuquén, el exceso de nutrientes, especialmente nitrógeno, ha creado condiciones propicias para el crecimiento explosivo de cianobacterias. Estos microorganismos fotosintéticos forman parte natural de lagos y lagunas, pero pueden transformarse en un problema cuando dominan el ecosistema. “El problema no es que existan, sino que pasan a ser predominantes cuando el sistema pierde su equilibrio”, precisa Gutiérrez.
Factores antrópicos detrás del fenómeno
El científico apunta a diversas actividades humanas como las principales responsables de este proceso. Entre ellas menciona el drenaje proveniente de zonas agrícolas, el manejo deficiente de alcantarillados y fosas sépticas, así como el aporte constante de residuos orgánicos desde sectores aledaños al lago. A esto se suman factores ambientales como la baja renovación de las aguas y el aumento de las temperaturas, que aceleran la proliferación de las cianobacterias.
Las consecuencias de estos florecimientos son conocidas y generan preocupación. “Se produce un fuerte desbalance ecológico: disminuye el oxígeno disponible en el agua, se deteriora su calidad y, en muchos casos, se liberan toxinas que afectan a la fauna, a las personas y al ecosistema en su conjunto”, advierte el académico.
Hacia una respuesta de largo plazo
Frente a este escenario, Gutiérrez subraya que la respuesta no puede limitarse únicamente a medidas sanitarias de corto plazo. Si bien estas son necesarias para proteger la salud de la población, resulta clave avanzar hacia una estrategia ambiental integral. “La reducción de la entrada de nutrientes es fundamental. Sin eso, cualquier solución será solo temporal”, afirma.
En esa línea, destaca el potencial de iniciativas de restauración ecológica y fitorremediación, ámbitos en los que equipos de investigación de iBio y de otras universidades pueden aportar con evidencia científica y propuestas aplicadas. Asimismo, recalca la importancia de un trabajo coordinado entre autoridades, comunidad local y sector científico.
“Es clave informar sobre el impacto de ciertos productos de uso doméstico, mejorar la gestión de residuos, disminuir las descargas contaminantes y ordenar los usos del lago. Si logramos reducir la carga de nutrientes, le quitamos el alimento a estos microorganismos y el sistema puede comenzar a recuperarse”, sostiene.
Finalmente, el investigador hace un llamado a mirar el caso de Vichuquén como una señal de alerta para otros cuerpos de agua del país. “No existen soluciones rápidas, pero sí medidas que, bien planificadas y sostenidas en el tiempo, pueden proteger este lago y prevenir que situaciones similares se repitan en otros territorios”, concluye.



