Así transformó Nestlé su casata: un rediseño clave para el reciclaje y la economía circular

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En un país que lidera el consumo de helado en Latinoamérica, una transformación en el envase puede marcar una gran diferencia para los procesos de reciclaje. Nestlé lo entendió así y, tras tres años de trabajo colaborativo, logró convertir su tradicional casata en un ejemplo de innovación circular.

Chile consume más de 160 millones de litros de helado al año, y cerca del 40% se comercializa en el clásico formato de casata. Por eso, el cambio en su packaging, que pasó de ser un envase de poliestireno (PS) con etiqueta de papel, difícil de reciclar, a un envase de polipropileno (PP) monomaterial, no es menor. Esta transformación mejora significativamente su reciclabilidad y permite alinearse con los compromisos globales de Nestlé en materia de sostenibilidad: reducir en un tercio el plástico virgen y contar con un 95% de envases diseñados para ser reciclados de aquí a 2025.

“Fue un proceso de tres años. Aunque desde fuera parezca simple cambiar de un material a otro, se requirió la colaboración de muchas áreas: innovación, compras, sustentabilidad, marketing y proveedores. Todos aportaron su mirada para lograr una solución técnicamente viable y amigable con el consumidor”, explicó Francisca Angerstein, Líder de Creación de Valor Compartido y Sustentabilidad de Nestlé Chile.

Este proyecto, que recibió recientemente un reconocimiento a la innovación, destaca no solo por la elección de un nuevo material, sino también por su enfoque integral: mantener la seguridad alimentaria, la comodidad de uso y la funcionalidad del envase. “Una casata no solo guarda helado, muchas veces la reutilizamos en casa. Por eso, su durabilidad también era un desafío técnico”, comenta Francisca Angerstein.

¿Por qué importa la monomaterialidad?

El nuevo envase de casata está compuesto 100% de polipropileno (PP): potes, tapas y etiquetas son del mismo material. Esto simplifica el reciclaje, evitando la necesidad de separar componentes y permitiendo al consumidor disponerlo de forma directa en puntos limpios o recolecciones domiciliarias.

“Tenemos que hacerle la vida fácil al consumidor si queremos avanzar hacia una economía circular. La monomaterialidad es clave en ese camino”, agrega Francisca Angerstein.

Además, se cuidó que el cambio de material no aumentara el gramaje del envase, lo que hubiese implicado más uso de plástico o mayores emisiones por transporte. Por el contrario, el objetivo fue reducir el impacto ambiental sin sacrificar calidad ni funcionalidad.

Aprendizajes y colaboración

El éxito del rediseño se cimentó en la colaboración interna y externa: múltiples equipos de Nestlé trabajaron junto a proveedores para desarrollar un envase que resistiera las exigentes condiciones de almacenamiento del helado (temperaturas cercanas a -40 °C) y garantizara la conservación del producto durante sus 18 meses de vida útil.

“Uno de los grandes aprendizajes fue que necesitamos pruebas reales, con materiales similares al final. No se trata solo de ideas, sino de ejecución con datos y testeos que funcionen en la vida real”, señala Francisca Angerstein.

La validación externa, a través de premios y reconocimientos, también tuvo un impacto positivo. “Nos confirmó que vamos por buen camino y nos dio energía para replicarlo en otras categorías. Esto no es el final, es el comienzo”, reflexiona.

Un paso adelante para la industria

Con esta innovación, Nestlé no solo mejora su portafolio, sino que también contribuye a inspirar a otros actores de la industria alimentaria a avanzar hacia soluciones más sostenibles y conscientes.

“Como empresa, tenemos un rol en facilitar el reciclaje, pero también en impulsar educación al consumidor y apoyar el desarrollo de infraestructura. Esto es un trabajo compartido entre industria, municipios, sistemas de gestión y personas”, concluye Francisca.

Este nuevo pote ya está siendo distribuido en todo Chile, y puede reconocerse por el símbolo “PP” (polipropileno) con el número 5. El antiguo envase mostraba el número 6 (PS).

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