La pandemia del desperdicio

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Kim Durand, CEO Cheaf

Desde que en 1945 se fundara la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación, fecha que busca promover la alimentación saludable, por una parte, pero también, por otra, erradicar el hambre en el mundo.

Este año, en particular, esta conmemoración tiene un sentido especial y pone el foco en la importancia del agua en nuestra alimentación. Nos invita a tomar consciencia sobre la importancia de este recurso en la producción de nuestros alimentos y en cómo podemos cuidarlo de mejor manera, sobre todo en escenarios de escasez y reducción importante de las reservas del recurso en todo el mundo, producto del cambio climático.

Para ponerlo en contexto: según datos de FAO, a nivel mundial, más de 2.400 millones de personas viven en la actualidad en situación de estrés hídrico. Sin ir más lejos, e independiente de las importantes lluvias registradas en el país este año, Chile se encuentra en el lugar 16 entre los Estados del mundo con mayor estrés hídrico, según un informe de la ONG Instituto de Recursos Mundiales. Esta clasificación, catalogada como extremadamente alta, sólo es superada por países en Medio Oriente y África.

Si uno considera que la agricultura en el mundo representa el 72% de los usos de aguas dulces, y que un tercio de la producción de alimentos (más de 1.300 millones de toneladas) termina en la basura cada año, parece evidente lo importante que resulta tomar medidas que nos permitan cuidar estos recursos. Esto incluye tanto una producción responsable, así como políticas públicas y programas que permitan eficientar la gestión de los alimentos.

En los últimos años, la mayor parte de los países -tanto desde sus gobiernos, como desde el sector privado- han tomado acciones para evitar que alimentos en perfecto estado para el consumo humano terminen en los vertederos. En el caso de Chile, en 2017 la FAO junto con la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria (Achipia), la corporación Red de Alimentos, la Universidad de Santiago de Chile y la organización Cadenas de Valor Sustentables, conformaron el Comité Nacional para la Prevención y Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos.

Esta iniciativa trabaja en distintos frentes pero, en general, busca facilitar la coordinación entre el Estado y los privados, tanto desde la política pública como desde programas y acciones concretas, para evitar el desperdicio de alimentos.

Creo que estas acciones van en la dirección correcta, ya que permiten el levantamiento de información y la generación de acciones conjuntas que permitan concientizar sobre la importancia de estos temas.

Pero desde el sector privado también tenemos una responsabilidad enorme en la generación de soluciones sostenibles que permitan reducir la merma de alimentos. Esto no sólo implica poner el foco en factores económicos, sino que también sociales y ambientales, gracias a proyectos que pongan en el centro los principios de la circularidad.

Trabajar en esta materia nos permitirá a todos avanzar como sociedad, pudiendo disponer, por una parte, de alimentos a mejores costos, pero también haciéndonos cargo de un problema que afecta a todo el mundo y que cada vez parece ser peor: una verdadera pandemia del desperdicio.

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