Algunos fenómenos meteorológicos extremos se volverán más severos, intensos o duraderos a medida que el mundo se calienta

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Investigador del departamento de Meteorología de la Universidad de Valparaíso advierte estudios científicos sobre los mecanismos físicos de los eventos extremos y su probabilidad de ocurrencia pueden mejorar la predictibilidad.

Los eventos meteorológicos extremos han estado afectando a la Tierra desde el principio de los tiempos y seguirán siendo una realidad. Sin embargo, hoy la frecuencia e intensidad de algunos de ellos se revelan como hechos preocupantes para la comunidad.

Y Chile también ha experimentado diferentes tipos de eventos extremos (tornados, ríos atmosféricos, aluviones y olas de calor). De acuerdo a lo publicado en la página del Ministerio del Medio Ambiente Cambio Climático (https://cambioclimatico.mma.gob.cl/), en la última década se han registrado 64 episodios de olas de calor, marcando un récord la ciudad de Temuco, que alcanzó los 41,1 grados Celsius en 2019, la temperatura más alta de la historia de nuestro país desde que se lleva registro.

El investigador del departamento de Meteorología de la Universidad de Valparaíso Deniz Bozkurt, doctor en Cambio Climático y modelamiento por la Universidad de Estambul (Turquía), ha estado participando en colaboraciones científicas sobre los impactos del cambio climático en los glaciares del sur de Chile y la Patagonia, así como eventos de temperaturas extremas y deshielo en la Península Antártica. También acaba de publicar, junto a otros científicos, un artículo sobre las olas de calor en Chile central en la revista “Climate Dynamics”, de la destacada editorial alemana Springer Link (https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs00382-021-05810-z).

El especialista advierte que, según los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), algunos tipos de eventos meteorológicos extremos se volverán más severos, intensos o duraderos a medida que el mundo se calienta.

En Chile el conocimiento de estos eventos es relativamente nuevo, por lo tanto, aún se está recabando la evidencia científica y analizando la información para poder hacer mejores predicciones.

 “Ya nos hemos enfrentado a diferentes eventos climáticos extremos, como tornados, vientos fuertes, marejadas, ríos atmosféricos, aluviones e inundaciones, sequías… Nuestra confianza en las posibilidades de otros eventos extremos depende de la calidad y cantidad de los datos disponibles y de la disponibilidad de estudios que analicen estos datos. Por lo tanto, más estudios científicos sobre los mecanismos físicos de los eventos extremos pasados y su probabilidad de ocurrencia pueden mejorar la predictibilidad de los extremos climáticos”, asegura.

En ese contexto, el académico señala que existe una alta posibilidad de que ocurran más eventos de calor extremo en el futuro por el calentamiento global en los escenarios pesimistas y advierte de varias similitudes entre las olas de calor registradas recientemente en la costa oeste de Canadá y Estados Unidos y las ya producidas en nuestro país.

 “La costa oeste de América del Norte está bajo la influencia de un clima oceánico similar al centro-sur de Chile, que generalmente trae masas de aire fresco del Pacífico hacia la zona costera. Además, también existe una cadena montañosa en la costa oeste de América del Norte que separa la zona costera de las áreas del interior. El factor clave en esta ola de calor regional es el desarrollo de un área inusualmente fuerte y persistente de alta presión en la costa oeste de América del Norte causando la interrupción del transporte aéreo fresco del océano. El aire que se hunde en áreas de alta presión conduce a días despejados con máximo calentamiento solar y altas concentraciones de material particulado y ozono a nivel de la superficie. De manera similar, las olas de calor de verano del centro-sur de Chile también se caracterizan por un área de alta presión fuerte y persistente en una gran parte del suroeste de América del Sur con altas temperaturas y problemas de contaminación”.

Estas condiciones representan un riesgo para la salud humana, dado que el calor extremo no solo puede llegar a ser mortal para personas en edad avanzada; también, y ­tal como lo indica Bozkurt­, las temperaturas altas provocan un aumento en los niveles de contaminantes del aire, que agravan las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, en especial en ese grupo etario vulnerable de la población.

“Otra similitud es que los vientos continentales secos y cálidos parecían dominar las temperaturas locales en las laderas occidentales de las cadenas montañosas de la costa occidental de América del Norte. De manera similar, también se ha encontrado que los vientos locales cálidos y secos de los lados orientales de los Andes hacia las zonas costeras son críticos para los eventos de olas de calor en el centro-sur de Chile”, complementa.

Para el científico, las alteraciones en la infraestructura física, así como el comportamiento individual, pueden ser útiles para aprender a hacer frente a los eventos de olas de calor intensas. “Los enfoques simples, como el aire acondicionado y los centros de enfriamiento, pueden ser una solución rápida para hacer frente a las temperaturas extremadamente altas”. Sin embargo, advierte que “pueden desencadenar un gran consumo de energía y empeorar el estrés por calor exterior”.

“Los eventos extremos pueden tener consecuencias socioeconómicas y ambientales extraordinarias, que pueden alterar las comunidades y los paisajes durante años y ya han demostrado los riesgos de no estar preparados para cuando ocurren. Primero debemos incorporar el conocimiento científico y la evidencia sobre estos eventos extremos en las políticas existentes para reducir los riesgos futuros, como la pérdida de vidas y propiedades, por eventos extremos. Alentar a las instituciones públicas y privadas a considerar el cambio climático y los eventos climáticos extremos como parte de las evaluaciones de riesgo económico también sería útil para mejorar las políticas y estrategias para la gestión sostenible de los recursos naturales. También puede facilitar la comprensión de las acciones para abordar futuros desastres”, afirma Deniz Bozkurt.

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