Por Diego Riveaux, Seremi del Medio Ambiente RM
Sin lugar a dudas que el Covid 19, que se ha instalado en el planeta desde hace diez meses, nos ha dejado el desafío de cómo abordar -en este mundo globalizado- adecuadas acciones sanitarias que nos permita contrarrestar este tipo de pandemias de manera eficiente y rápida.
Pero no solo ha sido esto, tras una pausa de la actividad económica y del quehacer humano a propósito de las cuarentenas obligadas por el Coranavirus, se han reportado en varias ciudades del mundo situaciones vinculadas a un mejoramiento del medio ambiente y la disminución de contaminantes en los recursos naturales. Pareciera ser que nuestra tierra nos está recordando que cada acción que ejercemos en el día a día, tiene una consecuencia sobre nuestro entorno, y prueba de ello son los impactos positivos visibles en el medio ambiente que hemos observado en nuestra Región Metropolitana: el mejoramieno de la Calidad del Aire sobre un 40% menos de emisiones de contaminantes, la reducción en un 78% del ruido en las ciudades durante las noches, y el avistamiento de varios pumas que descienden de las montañas hacia las ciudades.
Sin embargo, sabemos que el mejoramiento de los índices de contaminación y la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) son situaciones temporales porque con la vuelta de la actividad humana retornarán también sus impactos negativos: alteraciones en el uso del suelo, en el clima, en los animales y en la naturaleza en general… a menos que hagamos un cambio.
Tras superar la pandemia del Coronavirus tenemos una gran oportunidad de retomar el concepto de Economía Sustentable, de repensar una economía que preserve la salud del planeta, y que sea lo suficientemente robusta para potenciar los motores del crecimiento económico en cada ciudad azotada por la pandemia.
Y así lo entiende también nuestro Gobierno, que hace unas semanas presentó el Plan de Reactivación Económica de Chile, donde establece que en la fase de reactivación plena “se debe implementar un potente Plan de Inversión Pública, principalmente a través de los Ministerios de Obras Públicas y Vivienda y Urbanismo, en infraestructura hídrica, en logística y en viviendas. Inversión con énfasis “verde” y mitigación del Cambio Climático acelerando la cartera de inversión pública ligados a la construcción embalses, obras de regadío y agua potable rural, plantas desalinizadoras, inversión en ERNC, entre otros”.
Pero, ¿es solo rol del Gobierno aportar a la reactivación económica post pandemia?. Definitivamente no, ya que será el sector privado el que deberá reactivar las inversiones que nos permitan recuperar el crecimiento económico y disminuir el desempleo. En cualquier caso, el manejo sustentable de los recursos naturales es transversal a todos los actores de la sociedad. Por tanto, es responsabilidad del Estado, las empresas, organizaciones y los ciudadanos, adoptar actividades y empleos sostenibles, donde el éxito no solo sea el crecimiento económico sino también una robusta salud de las personas y del planeta. Apuntar solo al éxito actual es pan para hoy, hambre para mañana.
Además, el sector privado debe dejar atrás los miedos de cambiar a la Economía Sostenible y no caer en el mito de que ésta es más cara o detendrá el crecimiento. De hecho, entre otros datos, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que se crearán más de 60 millones de nuevos empleos para el 2030, para atender la adaptación al Cambio Climático y la preservación del capital natural a nivel mundial.
Por lo demás, siempre que un gobierno tome medidas de cualquier tipo, incluidas las de sustentabilidad, habrá beneficiarios y perjudicados. Hace un año, cuando este Gobierno aprobó la ley que prohíbe la distribución gratuita de bolsas plásticas -medida que hoy es ampliamente apoyada y aplaudida por la gran mayoría de la sociedad- todas las empresas fabricantes de bolsas plásticas se quejaron y las empresas que generaban bolsas reutilizables lo celebraron. Y eso lo podemos extender a cualquier rubro que hoy en día no cumple los estándares internacionales de sustentabilidad, como las termoeléctricas a carbón por sobre las ERNC o los autos diésel por sobre el transporte sustentable. Además, el ahorro del Estado por mantener los estándares de sustentabilidad en todo orden de cosas en niveles compatibles con la vida humana y la naturaleza son impactantes. Solo piensen ¿cuanto dinero se ahorró el Estado de Chile en consultas hospitalarias y enfermedades respiratorias por haber tenido la Región Metropolitana este invierno la disminución más significativa en contaminación desde que se tiene registro producto de las cuarentenas?.
En ese sentido, para instalar una economía que propicie un modelo de desarrollo sostenible, se hace necesario considerar aparte del aspecto económico, las aristas sociales y medioambientales, donde el Estado establezca una adecuada regulación para lograr el equilibrio entre las políticas de mercado, los avances científicos y tecnológicos y la mirada sustentable.
No resultará fácil para el sector privado adecuarse a una nueva forma de hacer las cosas, incorporando la sostenibilidad en sus decisiones de inversión. Por eso, es importante entregarles las herramientas necesarias para que puedan identificar mejor las oportunidades de inversión y sus riesgos, y de ver a la inversión sostenible como una estrategia de integración.
Pero es también importante señalar que si bien las regulaciones y herramientas pueden ser estandarizadas, no existe una fórmula única para implementar la sostenibilidad en la inversión. Adicionalmente, la falta de métricas y conocimiento en esta materia, explica la falta de consenso respecto de un modelo único de desarrollo sustentable. Además, no todo debe quedar regulado por ley, es más, el cumplimiento de la ley es solo el punto de partida para aquellas empresas que quieren hacer las cosas bien.
Al menos desde la estructura gubernamental ya se están dando pasos para estandarizar ese desarrollo sustentable. Nuestro país ha reiterado –con hechos concretos- que cumplirá sus compromisos internacionales como Estado de Chile en materias como la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), la mitigación de los Gases de Efectos Invernadero (GEI) y el Plan de Descarbonización que convertirá a Chile en carbono neutral al 2050.
Actualmente nos encontramos en la elaboración –con la participación de todos los sectores y comunidad en general- de la Estrategia Climática de Largo Plazo (ECLP), instrumento que definirá, con un horizonte a 30 años, cómo Chile transitará hacia un desarrollo neutro en emisiones y resiliente, meta establecida en el Proyecto de Ley Marco de Cambio Climático.
En conclusión, si hay algo que nos ha enseñado esta pandemia, es que somos los seres humanos el peor virus que ha tenido el planeta, porque sin un medio ambiente libre de contaminación y un planeta sano, no tenemos vida humana. El desafío está lanzado, ahora solo falta que unos valientes se atrevan a tomarlo, al menos desde nuestra esfera, estamos trabajando en ello.