Reactivación económica sí… pero no a cualquier precio

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Por Marco Coscione, Consultor en sostenibilidad en Gestión Social

Esta semana la Coordinadora Latinoamericana de Comercio Justo (CLAC) hizo un nuevo llamado a los gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, empresas y agencias de cooperación internacional a mantener un claro enfoque de sostenibilidad multidimensional a la hora de desarrollar políticas, programas y acciones para la recuperación económica post-pandemia.

El COVID-19 fue como lluvia sobre mojado para los pequeños productores agrícolas de todo el mundo: ellos y ellas, a pesar de influir muy poco en el calentamiento global, son los primeros afectados por los cambios climáticos y, sin embargo, les pedimos que sigan alimentando las cadenas de suministro en todo el mundo. Pero, ¿a qué precio?

Tanto el cambio climático como los efectos del coronavirus siguen incrementando los precios de la producción agrícola, especialmente para la agricultura familiar cuya estructura de costos de producción es muy rígida. La recuperación económica, por tanto, deberá fomentar esquemas comerciales más equitativos, donde todos los actores ganan, y no podrá significar poner nuevamente en riesgo la sostenibilidad ambiental, especialmente de los dos recursos fundamentales para la agricultura: suelos y agua.

En este sentido, los pequeños productores y trabajadores latinoamericanos del sistema Fairtrade International invitan a un trabajo mancomunado para la sostenibilidad y corresponsabilidad dentro de las cadenas de suministro globales: 1) considerar el rol clave de la agricultura familiar para la mitigación y adaptación al cambio climático; 2) promover alianzas entre los sectores para la sostenibilidad de las cadenas de valor; 3) tomar en cuenta las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático en la elaboración de los planes regionales y nacionales de reactivación económica post-COVID19; 4) promover diálogos regionales con participación activa de pequeños productores y trabajadores rurales; 5) profundizar las medidas de cuidado del medio ambiente y fortalecer las capacidades de resiliencia de la agricultura familiar campesina; entre otros elementos que apuntan a seguir profundizando el enfoque y las prácticas del comercio justo y el consumo responsable.

La preocupación del anillo más débil de las cadenas de valor globales se enfoca cada vez más en la sostenibilidad del modelo de agricultura familiar; este tipo de agricultura alimenta al mundo, y no es solo un eslogan. Que la reactivación económica se centre en este modelo, que las empresas mejoren sus relaciones con los pequeños proveedores y que las políticas públicas encaren radicalmente el desafío del cambio climático sobre los recursos de tierra y agua, son acciones fundamentales para la sobrevivencia de este modelo productivo.  

La reactivación económica, por tanto, no puede significar seguir profundizando modelos productivos insostenibles y comercialmente injustos.     Si el gran mérito e impacto del comercio justo ha sido permitir que campesinos y trabajadores agrícolas no abandonen el campo y puedan vivir dignamente de la agricultura, la profundización y expansión de este tipo de relaciones comerciales se hace cada vez más urgentes.

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