A nivel global, la industria del turismo ha alcanzado niveles de demanda sin precedentes, llegando a ser una de las áreas industriales de mayor crecimiento, en el último tiempo. Sin embargo, a medida que más regiones y países desarrollan este sector para visibilizar sus territorios, se producen más impactos significativos en los recursos naturales, los patrones de consumo, la contaminación y los sistemas sociales. Por tanto, la necesidad de una planificación y gestión sostenible es un imperativo para la sobrevivencia de esta industria. Pero, ¿qué entendemos por turismo sostenible? Para la Organización Mundial del Turismo (OMT), se trata del turismo tiene plenamente en cuenta las repercusiones económicas, sociales, culturales y medioambientales, actuales y futuras, para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas.
Lo anterior supone adaptarse a los nuevos tiempos y pensar a largo plazo, pues el cambio a menudo es acumulativo, gradual e irreversible. En este sentido, los aspectos económicos, sociales, medioambientales y principalmente culturales deben contemplar los intereses de todos los stakeholders, incluyendo a los pueblos indígenas, comunidades locales, visitantes, industria y gobierno. Al respecto, la Agenda 2030, en su meta 12.b del objetivo 12 señala que es imprescindible “Elaborar y aplicar instrumentos que permitan seguir de cerca los efectos en el desarrollo sostenible con miras a lograr un turismo sostenible que cree puestos de trabajo y promueva la cultura y los productos locales”.
A nivel local, según datos de la Subsecretaría de Turismo de Chile, la llegada de turistas internacionales a nuestro país aumentó un 148% entre los años 2006 y 2016, lo que implica un crecimiento promedio anual de 9,5 %. La cara positiva de este incremento es que se producen beneficios económicos y se estimula una mayor conectividad global, en las comunidades locales. Sin embargo, la cara negativa es que se generan emisiones de gas de efecto invernadero, consumo de agua y gestión de residuos. Entonces, cabe preguntarse, ¿qué medidas se están tomando en Chile para apalancar el turismo sostenible? A mi juicio, si bien se observan algunas iniciativas sostenibles incipientes, están no bastan, pues la idea de producir el menor daño posible no es la respuesta. A modo ilustrativo, la leyenda en los hoteles chilenos “Ayúdanos a proteger el ambiente” no es efectiva, si en ellos persisten las malas prácticas.
Al respecto, recuerdo que en una estadía mía en un hermoso hotel, de estilo campestre, inmerso entre hermosos bosques y jardines, en la ubicación más exclusiva de Reñaca, en donde dicen estar comprometidos con la sustentabilidad, permiten fumar en todas sus áreas verdes. Yo no fumo y debí alejarme muchas veces de los fumadores, que pululaban por doquier. Nuevamente, la brecha entre las declaraciones y las acciones es aún enorme en nuestro país. Tal vez, falta mayor benchmarking, pues la industria del turismo aún no dispone de herramientas para evaluar efectivamente los impactos económicos, ambientales, sociales y culturales que produce. Por ejemplo, una buena práctica sería aprender de otras industrias, como la minería, que destaca por sus evaluaciones socioeconómicas.
Finalmente y considerando que, según la OMT, se proyecta una tasa de crecimiento de 5,3% para el período 2017-2020 en Sudamérica, el rol de los consumidores no debería ser menospreciado, pues muchos adoptamos hábitos sostenibles en nuestros hogares que nos gustaría también ver reflejados en los establecimientos supuestamente sostenibles que elegimos. A mi parecer, la industria del turismo debe tener siempre un impacto positivo en todos sus stakeholders. En consecuencia, para apalancar la sostenibilidad en la industria del turismo se requiere definitivamente liderar con el ejemplo.