Esta columna fue publicada originalmente en el blog Ciudades Sostenibles del Banco Interamericano de Desarrollo BID.

Ya está pasando. Los servicios de ridehailng tales como Uber y Lyft están cambiando la manera como funcionan nuestras ciudades y lo están haciendo a una escala global. Uber por sí solo ha realizado más de 2 mil millones de viajes en 400 ciudades del mundo desde el inicio del servicio. ¿Qué implicaciones tiene este creciente fenómeno para las ciudades de América Latina y el Caribe (LAC)?

Reemplazando el transporte público

Algunas ciudades en los Estados Unidos, como el suburbio Altamonte en Orlando, han suspendido la implementación de sistemas de buses alimentadores y, en su lugar, han empezado a subsidiar viajes con Uber en zonas alrededor de estaciones de tránsito. Existen múltiples  ejemplos de municipios estadounidenses, como Los Ángeles, Dallas y Atlanta, que se encuentran cooperando de alguna manera con ridehailers con el fin de proveer transporte público. Sin embargo es debatible si los ridehailers son realmente una solución incluyente. ¿Hasta qué punto este servicio es asequible para todos, especialmente para personas con bajos ingresos? Esa pregunta se vuelve aún más pertinente, cuando los ridehailers no solamente están suplementando el transporte público masivo sino también reemplazándolo, sacando clientes y subsidios. De hecho, esa es exactamente la meta del CEO de UBER: “[…] tenemos el potencial de tener precios tan bajos como metros o buses. Creemos que eso va a cambiar el juego.” Al fin, se pueden entender los ridehailers no como solución para servicios de transporte público ineficientes, sino como justificación para ellos.

Inequidad y exclusión

Más allá de proveer facilidades de movilidad, los sistemas de transporte público cumplen también una función social. La movilidad es un elemento básico en la fórmula de calidad de vida, y es así como un bus o un tren tiene el potencial de ser un ecualizador de la sociedad al brindar a todos sus ciudadanos acceso a la ciudad, al empleo y la cultura. Pero, en el contexto de segregación socio-espacial que viven muchas ciudades latinoamericanas, el transporte público colectivo es un espacio de confluencia e interacción entre ciudadanos de diferente perfil socioeconómico y cultural que de otra forma no se encontrarían en un escenario neutral.

Por su lado, los ridehailers actúan como estratificadores de transporte público, con servicios de lujo para usuarios con mayor poder económico, tales como limosinas (UberBlack), o hasta helicópteros (UberCoptero). ¿Hasta qué punto el contar con ridehailers crea el riesgo de excluir a los más pobres? Hay indicadores que muestran que estos servicios sí generan exclusión, ya que las personas que carecen de teléfonos inteligentes o tarjetas de crédito no pueden acceder a ellos.

Un desarrollo urbano menos sostenible

Hay impactos más allá de la movilidad, que son aún más peligrosos.  En los últimos años, políticas públicas enfocadas al fortalecimiento del transporte público colectivo han tenido auge en LAC. Estos modos de transporte requieren de una cierta densidad poblacional y de barrios con usos mixtos para funcionar eficientemente. En este sentido, el enfoque  del desarrollo orientado a transporte (TOD) se ha convertido en una herramienta eficaz para promover una ciudad más sostenible en términos sociales, ecológicos y económicos.

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Fuente: thecostofsprawl.com

Con los servicios de  ridehailing se corre el riesgo de perder precisamente ese enfoque en desarrollo urbano sostenible, fomentando asimismo el desarrollo de baja densidad. Un ejemplo es el desarrollo de un condominio de lujo en San Francisco que subsidia viajes en Uber para sus residentes, permitiendo a desarrolladores buscar terrenos más apartados del sistema de transporte público existente. Si bien no se puede afirmar que los ridehailers están causando la suburbanización de las ciudades, sí la están facilitando y a su vez hacen la implementación de transporte público masivo aún más difícil en el largo plazo.

Espacio público inactivo, ciudadanos inactivos

Al ofrecer servicio puerta a puerta, los ridehailers reducen la actividad peatonal e interacción social en la calle, dado que hay menos personas caminando hacia la próxima estación de bus o metro. Por lo tanto espacios públicos en la ciudad están perdiendo seguridad, sentido de pertenencia y potencial comercial. Por la misma razón de pérdida de actividad peatonal, se reduce actividad física de los ciudadanos, creando un problema de salud pública.

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Huelga de conductores de Uber en París

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Sin duda un pasajero de Lyft ocupa más espacio público que un pasajero en un bus. Pero al analizar las enormes distancias y el tiempo que transitan los servicios de ridehailers (y taxis)  sin pasajeros, queda claro que son aún menos sostenibles que un carro privado en términos de polución y congestión. Hay que mencionar que si bien los ridehailers pueden reducir la cantidad de automóviles privados y parqueaderos, no reducen la cantidad de automóviles  en el sistema vial y por eso no reducen congestión. De hecho hay casos que demuestran que empeora. Por primera vez desde la implementación de cobro por congestión en el centro de Londres, la ciudad cuenta nuevamente con alta congestión debido no sólo, pero especialmente, a la cantidad de automóviles prestando servicios de ridehailing. Otro indicador viene de la industria automóvil, que reporta un incremento en las ventas en relación con el aumento de servicio de ridehailing.

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© Jon Orcutt

La movilidad: ¿un producto poco transparente?

Otro tema importante es la transparencia y la legitimación democrática. Uber y Lyft son empresas privadas que buscan ganancias, por lo que su interés primario no es la participación ciudadana. De hecho, gobiernos que subsidian a Uber tienen que firmar un contrato de confidencialidad. En San Francisco, Uber y Lyft ni siquiera están compartiendo datos sobre viajes con la secretaría de transporte a cargo de gestionar la movilidad dela ciudad.

¿Qué pasará cuando la etapa de expansión agresiva de estas plataformas se acabe, y cuando se conviertan en la única alternativa de transporte público?  Ante esta situación, los precios—artificialmente bajos actualmente—podrían subir, reduciendo el área de servicio a las zonas más rentables. ¿Qué consecuencias traería esto para ciudades que le han apostado a Uber como solución de transporte público?

Ciudades Sostenibles en vez de Uberopolis

No es posible negar la innovación de ridehailers. Algunos productos de esas empresas, como el ridesharing (UberPool, Lyft Line) van en la dirección correcta.  Y quizás hay formas de incorporar esos servicios como alternativa adicional en un sistema multimodal sostenible. Pero es importante evitar que los ridehailers reemplacen  o debiliten el transporte público colectivo, especialmente en LAC, donde los crecientes  problemas de congestión y expansión urbana exigen un fortalecimiento en el transporte público masivo, la redensificación del tejido urbano existente  y usos mixtos alrededor de las estaciones de transporte.

Los ridehailers de pronto parecen como una solución viable en corto plazo (especialmente para estratos altos) pero en realidad socavan una solución sostenible en largo plazo. Entonces, en lugar de continuar uberizando nuestras ciudades, sigamos diseñando soluciones para hacerlas más sostenibles.