¿Estás consciente de la pérdida y desperdicio de alimentos en Chile?

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¿Estás consciente de la pérdida y desperdicio de alimentos en Chile?De seguro, alguna vez cuando dejaste de pequeño comida en el plato, tus padres o quien te cuidaba exclamó: “¡Hay niños que no tienen qué comer!” Lamentablemente es una realidad latente en el mundo. Según datos de Red de Alimentos, 1 de cada 7 chilenos pasa hambre. Si bien no existen cifras exactas de cuánto alimento se pierde y desperdicia en Chile, se estima que no debe estar muy distante a datos internacionales.

Según datos de la FAO, 1300 millones de toneladas de alimentos producidos para consumo humano se pierden y desperdician al año en el mundo (corresponde a 1/3 de los alimentos producidos). Desde la producción de los alimentos hasta la recepción al consumidor final, ocurren eventos que repercuten en que los alimentos sean desechados.

El desecho alimentario, tal como explica Luis Sáez, académico del Departamento de Gestión Agraria de la Universidad de Santiago de Chile, se divide en pérdidas que “se producen en las etapas de producción básicamente, además de productores intermediarios”, es decir durante la plantación y cosecha, además del transporte hacia almacenes, supermercados, etc. Mientras que desperdicio “es el alimento que bota el consumidor final”, acota el experto.

Prácticas que inciden en el desperdicio y pérdida de alimentos

Las razones de pérdida y desperdicio alimentario tiene que ver con cuestiones culturales y prácticas de la industria. Cuando visitamos el supermercado, nos encontramos con frutas y verduras finamente seleccionadas, de primera calidad. Todas están perfectamente ordenadas y limpias, tanto, que a veces uno se refleja en la piel de las manzanas. La feria homogénea que apreciamos en el pasillo de verduras y frutas, muestra la cultura estética que tenemos incorporado en nuestra percepción de calidad.

La estética del producto se aplica ya desde la producción. Quienes cosechan descartan la hortaliza o fruta que tiene alguna protuberancia y/o tamaño distinto al resto. Son dejados en la tierra, aunque al igual que el resto de la producción están aptos para el consumo humano. Ante esta práctica, Sáez añade que “que estas pérdidas están internalizadas en los productores y su costo lo cargan a los productos que serán consumidos”.

El consumidor final también aplica esta calidad estética. La compra es basada en la superficialidad del producto y no por su valor nutricional. “Una lechuga grande con una chica tienen la misma cantidad de fibras y proteínas. Nutricionalmente hablando no deben tener ninguna diferencia”, argumenta el académico.

De la misma forma, el hábito de consumo de la población chilena acrecienta los volúmenes de desperdicio alimentario. La encuesta “Cuántos alimentos desperdician los chilenos” del Centro de Estudios de Opinión Ciudadana (CEOC) de la Universidad de Talca, concluyó que el 30,5% de los encuestados bota alimentos del refrigerador más de una vez al mes.

Frente a la valorización de los productos alimentarios, Valeria Peña, gerente de asuntos corporativos de Red de Alimentos, manifiesta que “son cambios culturales y sociales importantes, por lo tanto toman su tiempo y requieren de una duración que por su puesto no es inmediata”. Si embargo, cree que hoy la gente tiene conciencia sobre la importancia de no desperdiciarlos, considerando que en el mundo hay quienes mueren por falta de ellos.

Sustentabilidad alimentaria

Los alcances producidos por la pérdida y desperdicio de alimentos son económicos y medioambientales, además de sociales. Desde el punto económico, como se ha mencionado antes, las pérdidas alimentarias se cargan al costo de los productos finales. Quienes cuentan con el poder adquisitivo para consumir, adquieren más de lo que necesitan botando el excedente. Esto genera que, a través del juego de la oferta y demanda, los productos suban, perjudicando a quien no cuenta con el dinero suficiente para adquirirlos.

En el informe “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos” de la organización Idea País, sostienen que esta inequidad alimentaria lleva a que la población más vulnerable adquiera productos menos saludables (pan, pastas, azúcares), debido que los precios de frutas y verduras se elevan.

Por otra parte, el impacto medioambiental está relacionado principalmente con la acumulación de los alimentos desechados. Los productos que han sobre madurado son tirados al tacho de la basura juntándose con otros elementos. Sáez asegura “gran parte de la basura son alimentos que no se consumieron”. La recopilación de datos de la CEOC arrojó que el 44,1% de los alimentos más botados son comidas preparadas, seguido por verduras con un 24,4%.

Pero no solo queda ahí la consecuencia ambiental. Los productos desechados son la cara visible de ésta problemática de desperdicios y pérdidas, pero detrás hay todo un trabajo humano y energético desaprovechado. Para que los alimentos sean cosechados y transportados hacia el consumidor final, hay repercusiones como: emisiones de CO2 del transporte, gasto de agua para riego (que cada vez escasea más) y producción de elementos para la conservación de alimentos (embalaje) que provocan un daño al ecosistema.

Sin embargo, existen prácticas sustentables que ayudan a disminuir las pérdidas y desperdicios alimentarios y todo lo que ello conlleva. Los bancos de alimentos son una de esas alternativas. Red de Alimentos (único banco de este tipo en el país) se encarga de recepcionar aquellos alimentos y productos que no pueden ser comercializados, pero que están en condiciones de ser consumidos. “Los bancos de alimentos tienen un impacto directo en la reducción de desperdicios de alimentos”, comenta Peña.

También incorporar precios diferenciados entre los alimentos mejores visualmente y aquellos que ya han comenzado a madurar. En simulaciones de mercado que la Universidad de Santiago y Luis Sáez han realizado, han concluido que “las personas están dispuestas a pagar un porcentaje menor por aquellos productos más pequeños o que cuenten con algún defecto visual”.

Otra alternativa que sugiere el académico es la venta por kilos y no por unidad de algunos alimentos como la lechuga, las cuales van siendo descartadas por su tamaño sin importar si su totalidad serán consumidas. Sin embargo, uno de los cambios más importantes va en el hábito de consumo de alimentos. Comprar raciones justas y optar por alternativas de consumo para alimentos sobre madurados con el fin de no desecharlos.

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