Por Nicolás Acevedo, director ejecutivo Fundación Operación Infancia.
Este 5 de diciembre celebramos el Día Internacional del Voluntariado, y si bien se trata de una actividad que suele ser vinculada a “generosidad”, “sacrificio” o “vocación de servicio”, quisiera destacar otra palabra que, desde mi experiencia, es mucho más representativa: la presencia.
En un mundo que premia la productividad, el resultado y la competencia, tomar la decisión de ser voluntario es elegir detenerse. Es renunciar al apuro para compartir un momento, jugar sin prisa o escuchar sin juzgar. Y eso, tan simple y a la vez tan significativo, puede cambiar una vida o varias.
Y esto en Fundación Operación Infancia es algo que vivimos de principio a fin, porque tenemos la convicción de que ser voluntario no es venir a enseñar, sino que es estar, vincularse, acompañar historias de vida y sueños reales, que muchas veces son complejas, sin recetas ni fórmulas mágicas. Ser voluntario no es entregar o sacrificar algo desde la distancia… es comprometerse con otros.
Lo vemos cada semana en nuestras escuelas: jóvenes universitarios que, a través de distintas acciones que buscan desarrollar las habilidades socioemocionales, pasan a ser referentes para niñas y niños que muchas veces han crecido sintiéndose invisibles. Pero también vemos a esos mismos jóvenes transformarse. Porque nadie sale igual después de que un niño te regala su confianza, te invita a jugar o te agradece por acompañarlo.
El voluntariado no es un gesto unidireccional. Es un vínculo, y como tal implica darse, no solo dar. Requiere estar con el otro y no solo para el otro. Chile necesita más espacios donde se pueda confiar, convivir y construir comunidad. El voluntariado, cuando se hace desde la horizontalidad, el afecto y compromiso, es una de las formas más poderosas de empezar a reparar ese tejido social que a veces sentimos tan roto.
Por eso, hoy quiero hablar y celebrar a los cientos de personas que cada año deciden hacer algo tan simple como humano: estar presentes, escuchar y sostener. Porque quizás, en un país que grita, los voluntarios son quienes eligen sentarse a escuchar. Y desde ahí, tenemos la oportunidad de cambiar las cosas.



