Por María Elba Chahuán, Vicepresidenta y Fundadora de Unión Emprendedora.
Cuando llega el fin de año, los emprendedores solemos mirar el calendario con
sentimientos mezclados. Por un lado, está la adrenalina de las ventas de temporada y la
urgencia por cerrar bien el ciclo. Pero también aparece el cansancio acumulado, las
metas no cumplidas y la necesidad de detenernos un momento. Y es justamente ahí
donde está la oportunidad: en darnos permiso para hacer una pausa, mirar con
honestidad lo que funcionó y lo que no, y proyectar con claridad el año que viene.
Hacer una revisión profunda del negocio no es un lujo ni una formalidad; es una
herramienta de crecimiento. Evaluar los resultados permite entender qué estrategias
dieron fruto, qué decisiones no aportaron valor y dónde están las oportunidades de
mejora. En Chile, donde más de un millón de personas ha apostado por emprender, esta
práctica se vuelve esencial para mantenerse competitivos en un mercado cada vez más
exigente y cambiante.
El primer paso es simple pero poderoso: comparar los objetivos que nos propusimos con
los resultados reales. Mirar las ventas, la retención de clientes, los costos y la rentabilidad.
A veces creemos que las metas no se cumplieron, pero al analizar los datos descubrimos
logros invisibles, como una mejor fidelización o una nueva oportunidad de mercado. Otras
veces, los números nos muestran con claridad dónde debemos ajustar. La revisión no es
para castigarnos, sino para aprender con propósito.
También es importante observar los indicadores que van más allá de lo económico. Hoy
los consumidores valoran el impacto social y ambiental de los negocios. Incorporar esa
mirada sostenible no solo es una tendencia, sino una forma de diferenciarse y construir
relaciones más sólidas con los clientes.
Y mientras reflexionamos, el fin de año también nos pone frente a una oportunidad
concreta: las festividades. Diciembre es una época ideal para conectar con las emociones
de las personas, ofrecer productos con sentido, fidelizar clientes y reforzar la presencia
digital. Las redes sociales son una vitrina invaluable; usarlas estratégicamente permite
llegar a más personas y fortalecer la identidad del negocio.
Pero hay algo que no podemos perder de vista: el bienestar de quienes están detrás del
emprendimiento. La presión de las ventas y el cierre del año puede ser intensa, por eso
es clave aprender a delegar, establecer límites y cuidar la energía. Un emprendedor
agotado difícilmente puede liderar con claridad o tomar buenas decisiones.
Personalmente, creo que cerrar el año con sentido es también un acto de gratitud.
Agradecer lo que se logró, reconocer el esfuerzo del equipo, celebrar los pequeños
avances y, sobre todo, mirar los errores como oportunidades de mejora. Cada tropiezo
deja una enseñanza si sabemos detenernos a escucharla.
El emprendimiento no se trata solo de vender más, sino de evolucionar. Y esa evolución
requiere pausa, reflexión y aprendizaje continuo. Que este fin de año no sea solo el cierre
de un ciclo comercial, sino el inicio de una nueva etapa más consciente, más estratégica y
más alineada con nuestros propósitos.
Porque, al final, los negocios que crecen son los que se atreven a mirarse con honestidad,
aprender de su historia y proyectarse con visión.



