En la isla, un antiguo predio de eucaliptus comienza a transformarse en bosque nativo gracias a un modelo colaborativo que integra restauración ecológica, vida comunitaria y conservación privada.
En el corazón de Chiloé, un terreno que por años estuvo cubierto de eucaliptus comienza hoy una nueva etapa: convertirse en bosque nativo. Lo que antes era una plantación industrial, se transforma ahora en el escenario de una experiencia pionera: la restauración más grande aprobada de bosque nativo en la isla, equivalente a 67 canchas de fútbol y compuesta por siete especies arbóreas nativas.
El proyecto, impulsado por Mingamos, busca repensar la relación entre las personas y la tierra a través de un modelo sencillo y transformador: 70% del terreno se destina a restauración ecológica sin cerco, y el 30% restante a uso personal agrícola, todo bajo la figura legal de un Derecho Real de Conservación. Así, cada propietario mantiene su privacidad, pero al mismo tiempo se convierte en custodio de un ecosistema vivo.
Un bosque que vuelve a respirar
Las primeras señales de recuperación ya son visibles. Cámaras trampa han registrado el regreso del pudú, el huillín y diversas aves en peligro, demostrando que cuando se le da espacio, la naturaleza responde.
Más allá de la recuperación del paisaje, Mingamos propone un cambio de paradigma: la plusvalía del futuro no está en los metros cuadrados, sino en la vida que habita en ellos.
“La nueva riqueza es asegurar que nuestros hijos puedan convivir con la naturaleza: ver un pudú, aprender del bosque y sentirse parte de un ecosistema más grande”, explican desde el equipo impulsor.
Aprender de la naturaleza
“Mingamos” —palabra que evoca la colaboración y el trabajo en comunidad— nació de la observación y del aprendizaje continuo.
“No partimos con esta claridad; hemos cometido errores, que hemos sabido enmendar. Pero hemos aprendido observando la naturaleza y a quienes ya integran sistemas vivos. Hoy queremos invitar a otros —loteadores y familias— a imaginar juntos cómo habitar de manera más armónica y humilde, para que cada predio pueda volver a ser bosque”, señala Joaquín Undurraga, fundador del proyecto.
El modelo combina propiedad privada con responsabilidad colectiva, proponiendo un nuevo tipo de desarrollo territorial donde la conservación y la restauración se integran a la vida cotidiana.
Habitar el bosque, no solo protegerlo
Más que un proyecto inmobiliario o de conservación, Mingamos es una invitación cultural. Una propuesta para que la naturaleza deje de ser un espacio ajeno o protegido a distancia, y se convierta en parte de nuestras rutinas, conversaciones y afectos.
“Queremos que la restauración no quede en parques lejanos, sino que conviva en nuestras casas, con nuestra familia y amigos, como parte de una vida normal, armónica y compartida”, concluye Undurraga.



