Hace 30 años, seis fundadores con más ideas que recursos dieron vida a Lush, una marca que revolucionaría el mundo de la cosmética fresca y hecha a mano. Hoy, continúan trabajando juntos, manteniendo intacto el espíritu creativo que los impulsó desde el inicio. “No teníamos dinero, así que teníamos que innovar. Queríamos que nuestros clientes pudieran tocar, oler y experimentar nuestros productos antes de llevárselos a casa, algo que nadie hacía en ese momento”, recuerda Rowena Bird, cofundadora de Lush.
Desde sus orígenes, la marca ha entendido que el valor de un producto va más allá de su fórmula: se trata de la experiencia completa. Por eso, la capacitación de cada colaborador busca garantizar que cada persona que entra a una tienda reciba una atención personalizada, pensada para conectar sus necesidades con el producto ideal, algo que para Rowena Bird, es parte esencial del ADN de la compañía.
Sustentabilidad en cada decisión
Lush está presente en 52 países y Chile ocupa el puesto 16 en población, siendo el tercero más relevante dentro de los países asociados. Su compromiso ambiental es transversal: priorizan formatos sólidos para reducir envases, reutilizan sus icónicos potes negros, incorporan plástico recuperado del océano y fabrican envoltorios y regalos con materiales reciclados o de algodón orgánico.
A través de la campaña Bring it Back, invitan a los clientes a devolver cinco envases vacíos para canjearlos por un jabón, promoviendo así la economía circular. Además, sus etiquetas distinguen en verde los ingredientes naturales y en negro los sintéticos seguros, reforzando su política de transparencia, un aspecto que Rowena Bird, considera clave para generar confianza.
Innovación con propósito
Muchas de sus creaciones nacen de momentos cotidianos. Así surgió el Rose Argan Body Conditioner, inspirado en la sensación de suavidad que deja un acondicionador en el cabello, pero adaptado para nutrir la piel bajo la ducha. También han transformado accidentes de laboratorio en nuevos productos, como las burbujas sólidas de baño, y han desarrollado envases únicos como el pote de corcho fabricado a mano en Portugal y transportado por barco para reducir su huella de carbono.
La protección de la biodiversidad también está presente. El uso de sal en algunos productos considera el cuidado de hábitats para aves migratorias, y su miel proviene de un proyecto en Zambia que reemplaza la caza de elefantes por la apicultura sustentable, beneficiando tanto a las comunidades como al medioambiente, una acción que Rowena Bird, cofundadora de Lush, destaca como ejemplo de cómo la empresa vincula impacto social y ambiental.
Libre de crueldad y con impacto social
Vegetarianos en un 100% y con un 95% de productos veganos, Lush tiene una estricta política de no testeo en animales, asegurando trazabilidad desde la materia prima hasta el producto final. Este compromiso se potencia con el Lush Prize, fondo que financia investigaciones y proyectos que buscan alternativas al testeo animal, con ganadores de distintas partes del mundo.
Para Rowena Bird, el desafío es claro: “Si los gobiernos no cambian sus políticas, la prohibición del testeo en animales no será viable a largo plazo. Por eso hoy somos más activos políticamente”.
Tres décadas después, Lush sigue demostrando que es posible crear productos de alta calidad sin perder de vista la ética, la creatividad y la sostenibilidad. Una fórmula que, en palabras de Rowena Bird, “no solo cuida a las personas y al planeta, sino que también inspira a toda una industria a repensar la manera en que consumimos”.
