Por Dr. Jorge Vega, docente del Departamento de Ingeniería Eléctrica e investigador del CDEA-UA y SERCCHILE, Universidad de Antofagasta
La tecnología HVDC, corriente continua de alta tensión, representa uno de los avances más relevantes en la modernización del sistema eléctrico chileno. Su capacidad para transportar grandes volúmenes de energía a largas distancias con eficiencia, estabilidad y menor impacto, la posiciona como una pieza clave en la transición energética que estamos viviendo.
Pero esta transformación no ocurre solo en los trazados o subestaciones. También se juega en un plano menos visible, pero igual de estratégico: la formación de las personas que harán posible su operación, mantención y desarrollo futuro.
Proyectos como la línea HVDC Kimal – Lo Aguirre dan cuenta de esa nueva escala de exigencias. No es solo una obra pionera en términos técnicos. Es también un punto de partida para reflexionar sobre las capacidades que el país necesita fortalecer para sostener este tipo de infraestructura en el largo plazo.
Las universidades tenemos ahí un rol que va más allá de lo curricular. Nos corresponde mirar con anticipación los cambios que se avecinan, propiciar espacios de actualización constante y colaborar en la creación de conocimiento que dialogue con los desafíos reales del sistema eléctrico.
Más que una brecha, lo que vemos es una oportunidad. Un campo fértil para articular formación, investigación y vínculo con los territorios. Porque si la transición energética es una tarea país, también debe ser una tarea compartida entre Estado, industria y academia.
Chile está dando pasos firmes hacia un nuevo modelo energético. Asegurar que cuente con el talento humano necesario no es solo una condición para su éxito: es también una forma de que esta transformación deje capacidades instaladas allí donde se genera, se transmite y se transforma la energía.
