La doble materialidad no es más trabajo, es mejorar la mirada

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Por Hayley Baker, cofundadora y directora de SustainaLab

Esta semana me reuní con cuatro equipos de riesgo distintos para hablar sobre doble materialidad, y todas las conversaciones comenzaron igual: “¿Para qué necesitamos esto si ya tenemos sistemas de gestión robustos?”

No es una mala pregunta. Las empresas llevan años fortaleciendo sus marcos de gestión de riesgos —ERM, ISO 31000, COSO— y, en muchas de ellas, la sostenibilidad ya está integrada en la estrategia. Entonces, cuando se habla de una nueva metodología, la reacción natural es pensar que se trata de duplicar esfuerzos. Pero el valor de la doble materialidad no está en levantar más información, sino en mirar los temas desde otro ángulo.

Una empresa puede estar generando un impacto grave que no aparece en su mapa de riesgos simplemente porque aún no afecta al negocio. La gestión tradicional prioriza lo financiero; la doble materialidad amplía la mirada e incorpora los impactos significativos que la empresa genera sobre las personas y el medioambiente, incluso si hoy no representan una amenaza económica.

Pensemos en el agua. En un enfoque clásico, el riesgo se evalúa según su efecto en la operación: si hay abundancia, se considera bajo. Pero la doble materialidad invierte la pregunta: ¿cómo afecta mi operación la disponibilidad de agua para comunidades o ecosistemas? Aunque la empresa no sufra escasez, puede estar sobreexplotando una cuenca o degradando ecosistemas. No hay un riesgo financiero inmediato, pero sí un impacto severo que mañana puede transformarse en conflicto, sanción o pérdida de licencia para operar.

Mirar así permite actuar antes de que el impacto se vuelva crisis. Transforma la sostenibilidad de un ejercicio de reporte en una herramienta estratégica. Mientras la gestión de riesgos busca controlar, la doble materialidad invita a la alta dirección a entender cómo los temas sociales, ambientales y de gobernanza se conectan con el modelo de negocio y la creación de valor a largo plazo.

El mayor valor de esta metodología no está en la matriz final, sino en el diálogo que genera dentro de la organización. Cuando riesgo, finanzas, sostenibilidad y estrategia trabajan bajo un mismo marco, la empresa empieza a pensar con coherencia. Riesgo deja de mirar solo la probabilidad económica, finanzas integra variables ESG, sostenibilidad articula la coherencia entre áreas y estrategia conecta todo con el propósito.

La doble materialidad no duplica el trabajo: cambia la forma de mirar. Amplía la visión, integra sostenibilidad y estrategia, y alinea a toda la organización bajo un lenguaje común. No lo hacemos para reportar; el reporte es el resultado, no el propósito.

El verdadero valor está en que ordena la conversación interna, permite tomar mejores decisiones y anticipar los riesgos que el sistema financiero aún no mide, pero la sociedad ya percibe. En un mundo donde los impactos sociales y ambientales se están convirtiendo en los nuevos riesgos financieros, mirar distinto ya no es opcional: es una forma más inteligente de avanzar.

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